Diario de León
León

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El peronismo ralentiza su advenimiento y dilata las reformas que los apesebrados deben de tomar en relación a los sobrantes de los presupuestos, los que lubrican la perforación del poder, que no dejan de ser como los remanentes de agua de Riaño que desbordan los canales altos de Payuelos y han creado arroyos artificiales en medio de un mar de cardos borriqueros a base de escorrentías y clientelismo. No hay nada peor para la salud del sistema que el vicio del ente paralelo, ese vis, el dobladillo, la trastienda, la rebotica. El cajón interior que todos conocen y niegan con el ademán sobrio que delata a los falsos y los cínicos. No está tan claro dónde se perdió el norte, que en León además de ofrecerse como brújula para todas las pruebas que manda el señor y la Junta, curte la cara y espabila de la caraja hasta bien pasado san Juan desde antes que Pelayo batiera con piedras el empuje de los califas. Igual fue una noche de esas turbias y confusas en las que te previenen que a las dos son las tres, y el colapso del reloj te atrapa en mitad del húmedo y acabas en un agujero negro; ojo al sábado, que es de esos días en los que los profetas se reproducen por esporas e igualan el censo de economistas expertos en Grecia y cuñados analistas de estudios demoscópicos que ya te habían advertido de que lo de Podemos no era para tanto espasmo. Mejor que te pille en la cama; la vigilia a esas horas es cantera de bipolares, que acometen desatinados el trasiego por la calle Ancha, despavoridos por la Troya que dejan atrás en llamas y nunca termina de arder, aturdidos tras haber perdido la hora de su vida mientras cuentan un bosque de gente que se agarra al cubata convencida de que jamás podrá abrazar a nadie así. Descolgamos las manillas del reloj con una ligereza insultante, para ahorrar energía industrial, justifican los ilustres que programan el desencaje en el ciclo vital de la gente, los hábitos de la luz y de los biorritmos; si es por industria, León podría prescindir del cambio en vista de que tiene cualquier indicio de desarrollo en el cono sur del calcañar. En otoño se atrasa; se adelanta en primavera. Eufemismos en una tierra que lleva tres décadas con el reloj parado. Y no digamos si el acomodo a la banda horaria sobreviene con el teléfono extraviado; en ese momento que se rastrea el móvil sin éxito y el corazón agarra más revoluciones que cuando te enamoras.

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