Diario de León
Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Las noticias son, con frecuencia, como una bofetada en el espíritu. Esta me sorprendió, pocos días después, en la soledad acentuada de un paisaje africano, a los pies del pico Basilé malabeño. Cuando uno frisa el descenso de las laderas de la vida, arden las pérdidas —también Herminia de Lucas, Fernando Llamazares…—, ese préstamo de Gamoneda tan plástico y expresivo. Las pérdidas que la muerte va marcando como jalones que derrotan lentamente cualquier esbozo de esperanza. Tan humano. Tan elementalmente humano, si prefieren.

Lo humano es, en su esencia, escueto y enunciativo. Braulio Montiel ha muerto. Don Braulio. El cura Braulio. Braulines. Con él, dígase como se diga, tuve la suerte de compartir el don de la amistad, siempre generosa, intensa, crítica y dispuesta por su parte. La amistad es muchas veces un compendio de virtudes, el fortalecimiento incluso de la caridad en estado puro. Practicó hacia mí el más profundo sentido bíblico de tal don, sin las cortapisas y estrecheces al uso, en tiempos en que la claridad era una carencia y la debilidad del miedo se apoderaba de no pocas situaciones. De sonrisa franca, burlona y gesticulada por la sorpresa que valora siempre a los demás, bien tan escaso que siempre extraña, no perdía nunca o casi nunca ocasión para traer al escenario los latines sentenciosos, bíblicos y tomistas sobre todo, que sirvieran de remate al discurso pausado o a la síntesis del pensamiento. En el fondo, la dialéctica como terapia o superación. La curiosidad no tuvo límites para él, y aunque el gesto rindiera espacio a la sorpresa inicial, nada humano le era ajeno, idea que sentenciaba en latín clásico y variable. Amigo de saberes dispersos por convicción, aunque siempre midiendo los parámetros de la humildad, la teología de lo real, la que se acerca al pan nuestro de cada día, sirvió de referencia a cuantos nos acercamos, de una manera u otra, a la sencilla fertilidad de su palabra. Y de la palabra hecha voz o sonido, uno de los caminos que más frecuentaba como expresión excepcional del gozo estético. Los sentidos como recorrido hacia el interior del hombre, donde habita la verdad, ese impecable argumento agustiniano que se hace más redondo, si cabe, en lengua original.

Forma parte don Braulio de mi memoria personal, en el sentido más genuino, puesto que estrechó, o prolongó los lazos de participación al ámbito familiar, hasta convertirse en una figura de referencia. Desde que decidí hacer de esta ciudad el eje de mi vida hasta días antes de su partida definitiva. Sé que son muchas generaciones de alumnos y del radio de su acción pastoral los que hoy tienen esa misma sensación de pérdida. El dolor es parte esencial de la condición del ser humano, por el que siempre abogó como templo de lo sagrado. Sit tibi terra levis, querido Braulio, don Braulio, la sonrisa de un hombre esencialmente bueno.

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