Diario de León
León

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Buenas noticias para los que buscaron detalles embriagadores en el verano, más allá del cansino hombre del tiempo que se empeña en hacer noticia de lo evidente, corriente y esperado. Que hace calor lo saben hasta los vencejos, arrinconados a nuevas colonias en aleros de tejados a tres y cuatro aguas, donde no se extendió todavía el canalón, que no deja de ser para estas insecticidas voladoras lo que la criptonita a supermán. Por eso en muchas zonas de León se dejó de sintonizar ese chirrido súbito que como un hilo musical acompañaba y mecía las siestas de los paisanos, la única alteración posterior al mediodía y al claxon del panadero. El verano leonés ya avista el final, si se tiene en cuenta el calendario particular de esta vertiente norte, en la que es necesario dormir tapado, uno de los escasos exponentes que sitúan esta tierra dentro del primer mundo, donde lo de hacer noche al raso no suele ser una norma cívica. Se observa así uno de los detalles emocionales que ofrece el estiaje de épocas que se creían olvidadas, el de los extremos del calor y el frío: lo traen los astros; la segunda luna llena en el mismo mes altera las referencias de sensibilidad de quienes tienen por costumbre mirar al cielo antes de arroparse con la ventana entornada y el ruido de la noche muda que sólo rompe a chasquidos una lechuza. Así duerme León en vísperas de agosto, que ni es verano ni es otoño y enternece las tardes con sus largas sombras y sus noches holgadas que despiertan al rocío y a las primeras heladas. Ojo el forastero, no se fíe de la previsión meteorológica y adelante los resfriados de octubre al creerse al pie de la letra los trípticos de turismo sobre la tierra que pisa. Agradecidos le deben estar los leoneses al julio que claudica, que multiplicó por tres las tardes de piscina y deja respirar a los valientes alcaldes que cada año arriesgan presupuesto y prestigio entre vecinos y veraneantes con zonas de baño en áreas donde se aconseja poco más que saunas. Emoción sólo superable por el subidón que para los nativos supuso que un conciudadano predicara la diáspora y enseñara la bandera leonesa a cuatro kilómetros de la cima de Alpe D´Huez, mientras el mundo estaba atento al pulso final del Tour de Francia. La última emoción de julio vuela en helicópteros de la Guardia Civil que buscan plantaciones prohibidas y se suspenden en el aire, como el Platoon de Oliver Stone.

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