Diario de León

EL BAILE DEL AHORCADO

La eternidad: León y la nada

León

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Uno menos, y así que pasen... ¿Cuántos tendrán que pasar, años, digo, para que pasemos de cuatro a la nada, la nada, ah, la nada, no hay nada que sea tanto como la nada, tanto, tanto que es tanto como el infinito porque como éste, la nada no crece, es inmutable. Así que, fíjense que, a fuer de ir quedándonos en nada, estamos a punto de llegar a la posibilidad de convertirnos en dios. Y ahora me refiero a la nada de la representación, que es tanto como no existir, pero la nada es un concepto poliédrico, que se puede usar para todo. Y es que ser nada es tanto como estar fuera del tiempo y del espacio, otra vez dios, que es lo que dicen que nos creemos los de León, que somos una realidad inmutable y eterna, aunque los haya que nos quieran datar con tan sólo dos mil años. Que, a ver, ¿qué es eso para la nada? ¿Dos mil años? Dos mil años (no) es nada, pues eso, la nada... que se hace camino al andar, o desandar, aunque, a lo mejor, para ir de la nada al infinito nos tenemos que quedar en el sitio, inmóviles, como Rajoy, que me recuerda al personaje de Alicia, ese que decía que si no sabes dónde vas, cualquier camino te llevará allí. Allí, ¿qué lugar será ese? No se confundan porque, de momento, aún, no somos nada, que de ese lugar aún nos separan cuatro, que aquí sí que sabemos dónde vamos, con lo que nuestro camino está claro.

Quedan cuatro, cuatro diputados que nos estorban en nuestro horizonte, cuatro que nos quitan el sol de la eternidad, pero llegará, llegará aquel día, un día que ya tenemos en el recuerdo —porque la eternidad ya existía antes de que la alcanzáramos— el día en que volvimos a ser nada, inmortales, como Babilonia, que sólo lo que desaparece de la realidad se graba en bronce en la leyenda. Esos cuatro que nos impiden convertirnos en la voluntad para la que fuimos creados deben llevar con orgullo su papel en esta tragedia, una farsa en la que ellos que son simples semovientes. Deus ex machina, aquel tramoyista de apellido Martín Villa que nos puso en camino y ahora se ha convertido en Saturno es el que ideó sus hilos, los hilos de la máquina que en pocos años nos llevará a la nada. Nihil obstat. ¿O sí?

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