Diario de León
Publicado por
EL MIRADOR Javier Fernández Arribas
León

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H ay muchas ocasiones en esta vida en las que echas de menos que los tramposos paguen por sus fechorías y se ponga en valor el comportamiento ético de los demás, que suelen ser la gran mayoría.

El planteamiento de crear un Comité de Ética que pueda actuar con más o menos inmediatez ante situaciones comprometidas se puede aplicar a muchos ámbitos de la sociedad. En este caso, la actualidad nos lleva al ámbito del deporte por la celebración de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y el inminente comienzo de la Liga en España. Insisto en que podría aplicarse a otras actividades porque, incluso las hay que lo tienen implantado y con un funcionamiento más o menos eficaz y ejemplarizante, sobre todo en el terreno de la investigación y de la ciencia.

En el mundo del deporte también existe un Comité de Ética de la Fifa pero tiene más un carácter recaudatorio cuando debería velar por el cumplimiento del espíritu deportivo de la competición. Existe una Comisión Ética del Comité Olímpico Internacional pero que se sepa no ha abierto ningún expediente, ni se espera que lo haga por comportamientos antideportivos como el del tenista japonés Nishikori que rompió el ritmo del español Rafa Nadal yéndose al lavabo 12 minutos cuando terminó el segundo set. No se trata del recurso del pataleo, la cuestión es básica para que perduren unos Juegos fiables y con prestigio.

Por fin se ha actuado con cierta contundencia contra el dopaje en el caso ruso, pero hay un día a día que hay que cuidar porque el ejemplo que cunde es el del pícaro tramposo que utiliza malas artes.

Muy mal ejemplo para niños de todo el mundo que deben aprender los principios y valores del deporte basados en el esfuerzo, la constancia, el trabajo y el talento. El ejemplo de compromiso y profesionalidad fue el de Nadal que dio la cara en unos Juegos con notables espantadas de supuestas estrellas del deporte.

En el fútbol, los lunes debería actuar un Comité que sancionara a todos los tramposos y teatreros que engañan a los árbitros, faltan al respeto al resto de jugadores y estafan a los espectadores. Lo que pasa en el campo, se queda en el campo, es anacrónico y poco deportivo.

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