Diario de León

TRIBUNA

León: tierra de mecenas y benefactores

Publicado por
Juan Manuel Pérez Pérez Patrono de la Fundación Villaboa-Sierra
León

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L a grandeza de una sociedad es proporcional a la generosidad de sus gentes. Quizá esa es la razón por la cual esta milenaria tierra leonesa ha sobrevivido en el devenir de los siglos; porque su corazón late al ritmo que marcan sus héroes, aquellos que generosa y altruistamente lo han dado todo a los demás, hasta el extremo de poner su vida o propiedades al servicio de la causa común, que es el progreso y el bienestar general. Actuando como profetas de un laicismo comprometido, nos han descubierto con su comportamiento las zonas más luminosas del alma humana. Gracias a su contribución desinteresada y eficaz somos conscientes de que en las sociedades egoístas, siempre ganan los individuos egoístas, pero en las sociedades altruistas gana la sociedad, ganamos todos.

Cuando se pueden leer noticias tan impactantes en la prensa, como aquella de que Bill Gates había donado 28.000 millones de dólares -el 95% de su fortuna- para causas humanitarias, o que el leonés Amancio Ortega donaba 40 millones de euros a un gran proyecto sanitario, uno puede respirar tranquilo, y mirar al horizonte con esperanza. El altruismo cabalga a hombros de estos dos gigantes, a la vez que de miles de pequeños padrinos que colaboran con centenares de ONGs y programas humanitarios, es señal inequívoca de que nuestra civilización, amenazada por el cambio climático y la guerra terrorista, dispone de capacidades y manos para salvarse.

El mecenazgo es uno de los instrumentos de progreso más hermosos y utópicos. La historia nos ha dejado hitos de mecenazgo sin los cuales no sería comprensible ni el propio decurso de los grandes eventos históricos. ¿Acaso es explicable la inmensa riqueza artística y monumental de Florencia sin el mecenazgo de la familia Médici?

Especial impulso recibió el mecenazgo en nuestra tierra durante la Edad Media, cuando León también fue Imperio, y se ganó el título de «segunda Atenas», pues si la primitiva fue cuna de la democracia, la segunda lo es del parlamentarismo moderno. De todos es sabido que los monarcas leoneses realizaron una ingente labor de mecenazgo, apadrinando artistas y artesanos que dejaron plasmado su arte en San Isidoro, la Catedral, o los múltiples monumentos de arquitectura religiosa o civil, dispersos por toda la región leonesa.

En los tiempos modernos las fundaciones han relevado a la aristocracia en el papel de promotores del mecenazgo de las artes, las letras y las ciencias. En León merece universal pleitesía, por su carácter pionero y prolífica obra, La Fundación Sierra Pambley, fundada en 1887 por Francisco Fernández Blanco y Sierra-Pambley, que la dotó de gran parte de su fortuna personal, para dedicarla a la educación y la cultura.

Al hablar de mecenas de nuestra tierra hay que escribir un nombre con letras de oro. Nos referimos a Pablo Díez Fernández, leonés de Vegaquemada y emigrante en Méjico que construyó la Basílica de la Virgen del Camino, patrona de León, y el Colegio Apostólico de los Padres Dominicos, donde varias generaciones de niños leoneses de la segunda mitad del siglo XX, entre los cuales tengo el honor y el orgullo de encontrarme, fuimos educados en la pedagogía de la excelencia y el esfuerzo, y en el amor a la palabra y a la búsqueda de la verdad; ofreciéndonos la «gran escalera social» que nos ha permitido acceder profesionalmente a la ciencia, la educación y la cultura. Excelente continuador de este espíritu generoso ha sido su sobrino político Antonino Fernández, creando la Fundación Cerezales Antonino y Cinia; dedicada a la transferencia del conocimiento a la sociedad mediante la acción cultural (arte, música, literatura) y la etnoeducación.

En este reducido y a buen seguro incompleto catálogo de mecenas leoneses, merece un humilde hueco una mujer de Alija del Infantado, Adelina Gomez-Villaboa. Aquella arrolladora dama de origen rural, junto a su esposoRafael Sierra, que había sido Gobernador Civil de Filipinas, recibieron la Gran Cruz de la Beneficencia, por su generosa labor asistencial, dirigida de forma singular a niños y familias necesitadas de todas la comarca del bajo Órbigo. Cuando falleció sin descendencia en 1921 dejó en testamento que todas sus propiedades fueran destinadas a la creación de una institución o fundación con la misión de mantener un colegio de niños y niñas pobres tanto de Alija de Infantado, como de las poblaciones zamoranas de Coomonte y Villaferrueña. El testigo de la mecenas fue recogido años después por su sobrino Matías Luís Gómez-Villaboa, quien, con la colaboración del alcalde, a la sazón José Antonio Prieto, pone en marcha en 1991 (fecha de la que ahora celebramos el veinticinco aniversario) la Fundación Villaboa-Sierra.

Al estar perfectamente cubiertas y atendidas las necesidades formativas y educativas de los niños de la comarca, por las instituciones del Estado, el patronato fundacional decidió poner a la venta todas las propiedades de la extensa herencia de la fundadora, para construir sobre las ruinas del lujoso caserío de Ozaniego (antiguo priorato medieval) un complejo socio-deportivo y cultural, de más de 20.000 metros cuadrados, con piscinas, frontón cubierto, cancha polideportiva, campo de futbol; además de reconstruir un bodegón restaurante en las antiguas bodegas del convento, y restaurar la capilla-panteón , edificada sobre un antigua iglesia del siglo XIII. Entendieron los patronos que el deporte era también una fuente de educación. Las magníficas instalaciones de Ozaniego han podido ser disfrutadas durante este cuarto de siglo por más de 200.000 personas, convirtiéndose no solo en un espacio convivencial para disfrutar del ocio, sino en polo de desarrollo económico, social y cultural para toda la comarca de Alija del Infantado.

Estos mecenas nos han abierto a todos los leoneses las puertas de un nuevo siglo, inspirado en la axiología de un nuevo humanismo colaborativo y comunitario.

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