Diario de León
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CUARTO CRECIENTE. CARLOS FIDALGO
León

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No servimos ni al Rey ni al Káiser, pero sí a Irlanda’, se podía leer en la pancarta que los partidarios de la independencia de la Isla Esmeralda colgaron a comienzos de la Primera Guerra Mundial en la fachada del Liberty Hall, edificio de Dublín que fue sede sindical, redacción de periódicos prohibidos y arsenal durante el Alzamiento de Pascua, del que este año se cumple el primer centenario.

Aquella revuelta, dirigida por poetas, nacionalistas y revolucionarios, estaba condenada al fracaso y fracasó. No conectó con la población, dejó un reguero de civiles muertos, y en un primer momento fue interpretada como una traición a los miles de reclutas irlandeses que combatían en las trincheras de Francia, alistados en el Ejército británico. La represión posterior, sin embargo —la mayoría de sus líderes fueron fusilados y tres mil irlandeses llenaron las cárceles inglesas— convirtió en héroes románticos a los cabecillas de aquel intento descabellado de librarse del dominio británico y en menos de una década Irlanda lograba su independencia.

El actual Liberty Hall de Dublín —edificado en el solar del inmueble original— albergará ahora una muestra sobre los que se opusieron y/o fueron víctimas de otro alzamiento de signo radicalmente contrario: el de los sectores más conservadores del Ejército y las ‘fuerzas vivas’ de este país, que temían los cambios sociales que traía la República. Un conflicto, hay que volver a decirlo, que después de cuarenta años de oscuridad y cuarenta de mirar para otro lado, aún mantiene a más de cien mil desaparecidos. Cien mil.

Los esfuerzos de una asociación particular —que no del Estado— por exhumar esas fosas anónimas, en pinares, en cunetas, a los pies de los cementerios, están recogidos en una exposición de 44 paneles. Una muestra que han visto en Alemania, en Inglaterra, y que ahora llegará a Irlanda, a un edificio que se llama Libertad y que exhibe una placa en memoria de los irlandeses que defendieron a la República Española alistados en las Brigadas Internacionales. Una muestra que, cada vez que alguien la ve más allá de nuestras fronteras, resuena como una bofetada en la cara de todos aquellos que, de una forma o de otra, ochenta años después, todavía sirven al Caudillo.

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