Diario de León

TRIBUNA

El cuento de las unidades de gestión clínica

Publicado por
Miguel Angel de Mena Mogrobejo Grado en EnfermerÍA
León

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E n este inicio del otoño voy a escribir sobre un tema candente en el mundo sanitario, como son las Unidades de Gestión Clínica (UGC).

Los responsables de la Administración Sanitaria, se han empeñado en sacar adelante otro «artilugio burocrático» denominado «Unidades de Gestión Clínica» (UGC): territorio organizativo donde se ejecuta la Gestión Clínica, la cual se introdujo desde el Reino Unido sobre 1998. Se puede decir que es un proceso de organización donde se trata de involucrar al personal sanitario en la gestión de los recursos que utilizan y ligado a la calidad del servicio que ofrecen.

Algunos políticos justifican su creación diciendo que el objetivo de estas UGC no es intentar ahorrar en el gasto sanitario sino dar a los profesionales de la sanidad «más capacidad en la toma de decisión de su propio trabajo desde el punto de vista de la gestión para mejorar un modelo que seguirá siendo público, gratuito y universal». Pero, ¿hasta cuándo? Otra justificación es que sean «los profesionales sanitarios quienes lideran la toma de decisiones en áreas asistenciales especificas». Y el líder en la toma de decisiones ¿quién va a ser?

No he visto en el proyecto, ni en las numerosas normas de las diferentes comunidades ni en la norma estatal, que esté tipificado. Pero algún sindicato médico (el único que apoya su creación) y sobre todo un grupo de la profesión médica, lo tienen muy claro: quieren que todo siga igual pero con diferente nombre y más poder. O sea, quieren que el director de la UGC sea un médico: posiblemente el Jefe de Servicio y si se crea en una Sección del Servicio, podrá ser el Jefe de Sección, duplicando de esta forma los cargos (Jefe se Servicio y Director de UCG cuando antes solo estaba el primero) y sueldos (productividad para el primero e incentivos para el segundo, que en algunos casos llega a los 13.000 euros anuales). Según ellos, «los médicos en ningún momento defendimos para nosotros esta exclusividad excepto en las UGC asistenciales, que deben ser lideradas por un facultativo». Desde nuestra consejería, se comenta que «los líderes se elegirán como se hace con los jefes de cada departamento, es decir, siguiendo los pasos de la Comisión de Servicio y de oposición publica». Ya veremos.

Pero es que algunos pensamos que las UGC pueden ser dirigidas por cualquier profesional sanitario cualificado, por un profesional que tenga conocimientos hospitalarios —sanitarios y de gestión—, ya que quien sea el líder o director, no influye en la filosofía que representa la gestión clínica. Inclusive si no tiene conocimientos de medicina tampoco supondría un hándicap ya que dentro de las UGC hay profesionales que si los tienen.

Si no fuera así, ¿una persona con una licenciatura diferente a la de medicina podría ser gerente de un hospital o ministro de Sanidad? Todos sabemos que sí. Pero según expone ese grupo, para ser director de una UGC es el médico «el único que reúne las capacidades, conocimientos y titulación suficiente para ello» y que por ejemplo, «enfermería no tiene capacidad ni conocimientos para dirigir UGC». Y las enfermeras que han sido o son gerentes hospitalarios ¿tampoco? Señores, estamos hablando de gestión no de medicina: el que sea un buen médico no quiere decir que sea un buen gestor, aunque algunos sí que se han preparado específicamente para ello.

Pero yendo más allá, es que si fuera un médico podríamos estar ante un problema de sensatez empresarial y poco ético: ¿puede ser la misma persona la que gestione los recursos humanos y materiales cada vez mas escasos y al mismo tiempo ser la que crea la demanda? Esto es un tema arduo y complejo que lo dejo para otro artículo.

Si al final las UGC se van a crear por «decreto», el que gestione estas unidades tiene que ser alguien que no esté influido por intereses personales, siquiera concurrentes, ya sea de poder, profesional o de otro tipo; ajenos a la gestión de los recursos sanitarios, para dar lo mejor al usuario con el menor coste posible para la sociedad.

Y hablando de costes, otra cosa que llama la atención y no se entiende muy bien, es cuando dicen que «los incentivos se ligarán a objetivos asistenciales, de calidad y a resultados en salud, no se vinculara al ahorro económico». Pero si los objetivos no se ligan al ahorro económico, ¿cómo se van a poder pagarlos incentivos? ¿Creando una nueva partida e incrementando mas el gasto sanitario? No, según el artículo 16 del borrador: entonces ¿cómo? Y además, ¿no entra dentro de ser un buen profesional y en su código deontológico, dar la mejor asistencia y calidad para tener un buen resultado en la atención sanitaria? No creo que se deba incentivar por hacer bien el trabajo, sino penalizar al que no lo hace o lo hace mal.

Estas reflexiones están hechas desde el enfoque de la gestión. Que nadie piense que estoy en contra de que alguno de mis amigos y compañeros médicos sea el director de las UCG, sino que es una opinión crítica a ciertos actores que quieren imponer la exclusividad en las UCG asistenciales de que sea el medico el que las lidere: los que quieren seguir viviendo del poder sindical-político-social que les da el cargo que ostentan y los que entremezclan su puesto en el Sistema Nacional o Regional de Salud con su ‘chiringuito’ particular.

Y con respecto a esto último, me gustaría hacer reseña a una de las frases de mi anterior artículo publicado, algo premonitoria y que hacia referencia a las decisiones personales y particulares de este tipo de profesionales: la denuncia del «Caso de las coacciones entre médicos para que no aceptaran una plaza de la bolsa de trabajo» (información en www.redaccionmedica.com del 11 de junio); un supuesto bastante turbulento acaecido en la Comunidad Valenciana pero que se podría extrapolar a otros lugares. Y no era una Unidad de Gestión Clínica: imaginemos cuando se creen.

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