Diario de León
Publicado por
LA LIEBRE. ÁLVARO CABALLERO
León

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Isabel Carrasco no se murió. Seguro que lo han oído en estos últimos dos años y medio en repetidas ocasiones, pero no es verdad. Se ha convertido incluso en una marca temporal para separar el antiguo y el nuevo testamento en León: las cosas desde entonces son antes de la muerte de Carrasco (a. C.) o después de la muerte de Carrasco (d. C.). Pero no es verdad, por mucho que haya calado, por decenas de ocasiones en las que lo hayan oído, aquí y allá, cada vez que surge el personaje en cualquier conversación. Isabel Carrasco no se murió. Aunque nos hayamos acostumbrado a decirlo, como si fuera una muletilla inconsciente con la que rematamos las frases. A Isabel Carrasco la mataron.

No está mal que nos acordemos ahora que vuelve a primera plana el caso con la sentencia inapelable del Tribunal Supremo, por mucha concesión a la galería que se quiera explorar en el Constitucional para anular el juicio, por mucho indulto que quiera buscar Raquel Gago en el Consejo de Ministros. El fallo del caso, que será estudiado en las facultades de Derecho durante años, ya sólo admite anécdotas alrededor, como el momento efectivo del ingreso en prisión de la ex policía local, a quien le perseguirán durante el resto de su vida las dos decisiones que han marcado su declaración como cómplice de asesinato: cómo reaccionó cuando encontró la pistola y cómo, sin atenerse con exactitud a lo anterior, decidió construir su estrategia judicial. Pero ahora ya da igual. No la ha salvado ni siquiera la corriente de simpatía que encontró en la opinión pública, en buena parte como contestación a la imagen que tenía la víctima.

Esa imagen es la que ha deformado el relato que se construye de manera común y que perdurará en el tiempo con independencia de los hechos concretos. El desplazamiento semántico en estos dos años y medio ha hecho que en la calle se diga «cuando se murió Isabel Carrasco», sin que advirtamos la motivación que nos haría sentir extraños, por ejemplo, al referir la misma expresión al caso de Miguel Ángel Blanco. La fórmula revela la mezquindad de la condición humana con la que ha calado en el ideario popular ese cosquilleo infame que extendió como un virus que se lo merecía. Cómo decimos las cosas dice mucho de nosotros. Cuando a alguien lo matan quiere decir que no se muere solo.

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