Diario de León
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LEÓN EN VERSO. LUIS URDIALES
León

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De todos los datos que se criban a diario por ese filtro de comercio de la realidad, hay uno que resulta fatal para el futuro: cuatro de cada diez no abre un libro para leer. Eso significa que casi la mitad de la población empuja a la sociedad al retroceso del desconocimiento, al abismo de la ignorancia. Bienaventurados los que tienen ambiciones de poder, porque de ellos será el rebaño; pisarán el prado cuando de otra forma estaban condenados a pastar en él. Extraña el retroceso, la inapetencia por el conocimiento en una generación que vino al mundo con todo, o eso creen, al extremo de nacer con una pantalla táctil bajo el brazo; y ante la capacidad de elegir optaron por otra cosa que no es leer; leer libros. Les va a costar entender a los que aún en vida pueden relatar la memoria de cómo se alfabetizaron a partir de un pizarrín y de la capacidad de aprendizaje, que resulta un trampolín cuando no tienen tierra firme bajo los pies. Más libros, más libres tenía como lema de enganche una de las ferias de libro que tomó hace un par de décadas el centro de la ciudad. Hay mucha gente que no lo entiende así. Que ante la opción de hacer acopio de argumentos para pensar y decidir con criterio eligen lo contrario. Se barrunta una tragedia. A casi la mitad del censo le trae al pairo la lectura, el interés por descubrir, la inquietud por aprender, la necesidad de armarse para defenderse en la vida. Porque la lectura es un medio para manejar un arma, que es al fin cada libro. Un escritor afamado anunció hace poco que esperaría el triunfo electoral de un determinado partido político atrincherado en su biblioteca, entre miles de libros. La expresión es una metáfora, que bien puede secarse al sol del desierto que habitan los que viven sin ánimo de mirar dentro de los libros. Leer es un hábito que vacuna contra la inconsciencia de lo que aletean alrededor. De las tres figuras geométricas contra las que alertaba Benedetti, causa terror la de las mentes cuadradas. Que en una licencia creativa se podrían representar como cárceles para las letras y las palabras, como calabozo de pensamientos prisioneros y sin desarrollar. Si ni en la enseñanza obligatoria se cultiva ya la lectura, poco problema se antoja lo que venga a derivar de un círculo vicioso o un triángulo amoroso.

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