Diario de León
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LA LIEBRE. ÁLVARO CABALLERO
León

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Hay pecados que no tienen perdón. Aunque la Iglesia haya convertido su monopolio en fórmula de éxito, no hay penitencia en la que quepa el daño irreparable de cuatro vidas adolescentes condenadas a no explicarse nunca por qué un cura utilizó su puesto como profesor del Seminario de La Bañeza para cometer abusos sexuales sobre ellos. No vale acogerse al acto de contrición cuando el criminal arrastra 28 años de silencio, tapado a su vez por los compañeros que conocieron los hechos y decidieron ponerse de perfil, como si se acogieran al secreto de confesión, cuando el único camino para quien conoce un delito es el que lleva al juzgado, no el que separa la sacristía del palacio episcopal. «Más de una vez encontré a mi hermano escondido en los baños, con el rostro desencajado, los ojos llorosos y temblando. Recuerdo decirle: ‘Vamos a la cama’. Y él, con los labios tiritando, responder: ‘No, sé que él va a venir». Uno no puede escuchar este testimonio de un niño de apenas 14 años, por mucho tiempo que haya pasado, y despachar el tema con un padrenuestro, un año sin dar misa, un poco de asistencia a los curas ancianos y un mes de ejercicios espirituales. Luego, se excomulga a quien aborta.

No entiendo cómo puede considerarse que el delito ha prescrito. No prescribirá al menos en el juicio público que debe acompañarle de por vida. Pero hay más aristas que me asuntan. Me importa el mecanismo de omertá que ha hecho que durante todo este tiempo se mantuviera silenciado el caso. Me aterra pensar que hubo más guajes que no libraron del acoso porque quien tenía el deber y la obligación, no espiritual sino moral, prefirió proteger el dogma de fe e, incluso, ascender en el escalafón. Me repugna cómo la Iglesia se hizo cómplice del delito en 1988 y lo normalizó durante todo este tiempo, en el que el pederasta ofició de párroco de un pequeño pueblo de Zamora, donde le homenajearon al despedirlo, con el Obispado como palmero. Me asombra que ahora quieran librar con una cartina de perdón en la que el obispo explica que el delincuente está muy arrepentido, mientras sacan la balanza para intentar pesar si con 30 piezas de plata se compra la reparación de un alma. En el Evangelio según San Juan se explica cómo Cristo resucitado trasladó su poder divino a los apóstoles. «A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Ahora, en qué creemos.

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