Diario de León

EDITORIAL | Una sentencia ejemplar que pone en valor y otorga credibilidad a la Justicia

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La sentencia más esperada por todo el país condenaba ayer al yerno del rey Juan Carlos y cuñado de Felipe VI a seis años y tres meses de cárcel por haber cometido graves delitos que comenzaron a fraguarse cuando en 2003 el ahora exduque de Palma y el entonces presidente balear, Jaume Matas, luego elevado a ministro, se citaron en el palacio de Miravent para jugar un partido de pádel. Sobre Iñaki Urdangarín pesaban las acusaciones de tráfico de influencias, malversación, prevaricación, fraude, estafa, falsedad y blanqueo de capitales, un palmarés tan indecoroso como el de su ocasional rival en la cancha de la residencia de verano de la familia real. Su esposa, la infanta Cristina de Borbón, hija y hermana de reyes y que tuvo el también nada edificante honor de ser la primera integrante de una familia real en sentarse en el banquillo de los acusados bajo una petición de ocho años de cárcel por dos delitos fiscales, fue finalmente absuelta —pagará una multa de 265.000 euros como partícipe a título lucrativo—, pero su imagen personal queda gravemente dañada, sobre todo por su negativa a renunciar a los derechos dinásticos en una actitud tozuda, egoísta e irresponsable que a punto estuvo de llevarse por delante a la Corona.

Once años y un día después de que se denunciase el desproporcionado coste de 1,2 millones de euros de un foro sobre turismo organizado por Urdangarin por encargo del gobierno balear, el proceso judicial que mantuvo en vilo a todo el país durante ese tiempo arroja una sentencia que pone al descubierto las desmedidas ambiciones personales y las prácticas corruptas de los dieciocho personajes implicados en la trama. La exigencia social era que la sentencia no sólo tenía que ser ejemplar, sino también ejemplarizante, y al margen del debate sobre la primera consideración, lo cierto es que al menos entre la ciudadanía queda la tranquilizadora sensación de que, efectivamente, quien la hace la paga y que la Justicia ha sido justa al no hacer una excepción que hubiera sido intolerable después de la tibieza e incluso permisividad iniciales de la casa real respecto a los negocios ilícitos del yerno y cuñado de los reyes. Frente a quienes dudaban de que llegase a investigarse y a sentar en el banquillo a un miembro de la familia real, la Justicia se ha erigido como un valor incuestionable y ha actuado en este caso no sólo de manera eficaz, sino también valiente e independiente, demostrando que en este país funciona el Estado de derecho y sobre todo que nadie está por encima de la ley. La actitud de Felipe VI al desvincularse y romper relaciones con su hermana primero y manteniéndose firme después y este fallo judicial que avala sus razones y certifica el fin de la sensación de impunidad devuelven a la jefatura del Estado toda la dignidad que se espera de un órgano constitucional que debe distinguirse por la ejemplaridad.

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