Diario de León
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fuego amigo. ernesto escapa
León

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E n la epifanía de este año estrenó por Reyes los 90 nuestro exquisito y selecto poeta Gaspar Moisés Gómez, cuya obra copiosa y dispersa demanda con urgencia el tamiz e una antología que ordene y depure la secuencia de sus libros publicados e inéditos. Gaspar Moisés Gómez ha padecido la desatención que siempre acecha a los discretos con talento. Porque su pasión poética no es fruto de un día ni empalagoso recreo de jubilado. Una docena larga de libros publicados y medio centenar todavía inéditos resumen su trayectoria creativa. Abulense de Serranillos (1927), recaló en León a fines de los cincuenta, después de tentar las manufacturas frutales en San Esteban del Valle, cabe el Tiétar. Por entonces, se acercaba cada verano con sus cómplices de la palabra hasta Piedrahíta, donde adecentaban la tumba solitaria y olvidada de Somoza, el hereje de Azorín.

También Juan Ramón Jiménez se confesó «clavado sobre el maravilloso Somoza, que admiro cada vez más». Ya idos Cano, Ricardo Gullón y Jacinto Herrero Esteban, que lo arropaban en aquel convivio, hoy apenas Jiménez Lozano sabe quién fue Somoza y qué inquietudes animaban la romería. En León, Gaspar combinó durante años el trámite de los juzgados y el contacto con la gente en su tienda de artesanía de la plaza del Mercado. A finales de los sesenta obtuvo algunos premios y publicó sus primeros libros. Pero también tuvo un tropiezo que le advirtió cuál era el paño. Fue en un lugar de Campos, donde el codicioso Anglada se llevó el botín con unos sonetos a lo tonto. Sus versos de los primeros libros ya establecen la pauta de su poesía, en la que permanecen los asuntos y se extrema la pulcritud de su dicción. Viniendo de la abulense El Cobaya de los cincuenta, entre 1978 y 1981 dirigió en León los 9 números de la revista Alcance.

Toda su obra la recorre un lirismo intenso, que desvela perplejidades y medita sobre lo esencial del ser humano. Cerrado exilio (2016) es su entrega poética más reciente, aparecida en la revista Abril de Luxemburgo, «propuesta y dispuesta por Antonio Gamoneda», que es uno de sus cómplices más fieles. Ahí suenan sus versos: «Pues lo importante son los mitos. Aguas en suspenso, como lágrimas enormes lloradas por gigantes confusos, más allá de los disparatados sueños». El amor en todas sus vertientes constituye uno de los ejes de su poesía: familiar y pasional, espiritual y carnal, táctil y emocional. Y el acecho de la muerte, que a veces se anuncia mediante presentimientos, como animal de fondo de todas las pasiones, incluido el amor. En ese universo de tensiones, el hombre es rompeolas de vivencias a menudo discordantes. Un ser acuciado por los deterioros y quebrado en sus anhelos por la implacable amenaza de la muerte.

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