Diario de León

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Aguacates en los roblones leoneses

León

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Los 26 grados a las doce de la noche de León y a mitad de junio no es cambio climático; es el apocalipsis, que ya está aquí. Nos hemos casando de invocar el juicio final que nos acaba de alejar por completo de lo que siempre fuimos, paisanos con chaquetinas en las sidrerías asturianas y en las verbenas de los pueblos, donde se servían cubatas sin hielo para no redundar en la madrugada de las vísperas de Santiago. Nos vamos a acordar de las puestas de sol con la nariz encarnada por el moqueo de la brisa del norte en plena época de expansión de los tábanos, del paso acelerado por la piscina, un baño y a envolverse en la manta, que la rasca no deja otro margen que abrigarse para celebrar el estiaje; este León del trópico pone a prueba toda la civilización que ha sustentado el frío, que es occidente, el frío que ha macerado la tensión que precisan los jóvenes que empiezan, la persistencia de los novios, la constancia de los padres, el tesón del opositor en los exámenes; el rigor de la palabra del abuelo al final de la vida. 26 grados y a medianoche, un par de días después del margen de confianza que da el 40 de mayo. El sayo puede alimentar la hoguera de san Juan en los tiempos convulsos de la invasión del sur que nos quita el rictus septentrional, a la vez que la barrera de las corrientes de la estratosfera que hasta ahora definía el corte de los frentes profundos de las altas presiones ecuatoriales se retira, aterida, a refugiarse más allá de Vegamián. Veremos que pagar derramas al estado autonómico va a resultar una broma frente a ese momento crítico que supondrá ver florecer aguacates donde hasta ahora se daba la bellota, y mal; con cosechas en años alternos, a capricho de la helada de Santa Rita. Este arreón del anticiclón secular en las Azores le permite ejecutar la cláusula de alquiler con derecho a compra; sabemos que estamos en León sólo porque en plena urgencia del revés aún se habla más de la estiba y sus privilegios que de la CHD. Gastamos menos en quejas que la Junta en la red provincial de concesionarios oficiales. Y esta indolencia no es más que una traición, otra, a la próxima generación de leoneses, que está por nacer; a la que no vamos a tener cojones de dejarle, siquiera, el placer de las noches de rocío por san Pedro.

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