Diario de León
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aquí y ahora ANTONIO PAPELL
León

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E l traspaso de Neymar al PSG tras pagar una cláusula de rescisión de 222 millones de euros plantea numerosas cuestiones extradeportivas que en todo caso conviene tratar en el análisis político, dado que el fútbol es relevante fenómeno sociológico de movilización de masas y también, probablemente, de difusión de valores. El PSG obtuvo en la temporada 2015-2016 unos ingresos de 515 millones de euros. Es obvio que para Qatar, que está realizando inversiones gigantescas en la organización del Mundial de 2022, estas cantidades son irrisorias, pero las reglas son las reglas, y el club francés debe cumplirlas.

En realidad, en este punto está el quid de la cuestión: incluso en estos tiempos en que las cantidades que se mueven en el fútbol son estratosféricas, debe seguir rigiendo el juego limpio, que ha de consistir precisamente en el equilibrio presupuestario en un marco de total transparencia. Sólo así, conociendo que se respetan escrupulosamente la reglas que determinan la igualdad de oportunidades de partida en la competición, la pasión deportiva no se desvanecerá. Algo que ocurriría si los clubes terminaran convirtiéndose en el juguete de los magnates.

Los clubes de fútbol, en nuestros países europeos, poseen además una ciudadanía colectiva que es la que genera el consiguiente sentimiento de pertenencia. Para conseguirla, desarrollan actividades secundarias -cuidado de la cantera y de los clubes juveniles, actividades sociales, promoción filantrópica del fútbol en el tercer mundo, etc.- que contribuyen a vincular la institución a su base social. De este modo, tales organizaciones disipan tensiones, encarrilan la ociosidad, permeabilizan los territorios, generan todo un universo simbólico que aporta ingredientes positivos a la globalización. El Real Madrid y el Barça, por ejemplo, son embajadores de España en un ámbito cada vez más global, lo que acaba generando vínculos culturales, comerciales y turísticos. En definitiva, el fichaje de Neymar debería servir para poner de manifiesto que existen reglas para mantener el juego limpio, y que operaciones como esta obligan a comprobar si se cumplen. Sólo con este requisito, el aparatoso traspaso resultará inobjetable.

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