Diario de León
Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Un hombre Recio

llamado Antonio

E scribo de un buen cura y de un cura bueno, eso sí, con conocimiento de causa y en forma de diálogo personal. En la mañana de anteayer, 23 de noviembre, fallecía, después de una dura y larga enfermedad, don Antonio Recio Díez, sacerdote diocesano de León. Su muerte ponía fin a más de diez años de enfermedad en que fue perdiendo poco a poco todas sus cualidades físicas y psíquicas, excepto una: la sonrisa.

Hace mucho que no hablábamos, porque no podías hacerlo; la enfermedad te iba minando y quitando casi todas las facultades, pero sonreías. Tere, la que tanto tiempo y con tanto tesón te cuidó (junto con tu familia y diversas instituciones diocesanas), sostuvo hasta el final que reconocías a las personas, aunque solo fuera una sonrisa puntual el modo de expresar tu estima hacia ellas. Has trabajado toda tu vida como presbítero de esta Iglesia diocesana de León: en Babia, estudiando en Roma, como secretario particular de don Fernando Sebastián, Capellán de la Obra Hospitalaria, profesor del Centro Superior de Estudios Teológicos, Vicecanciller y después Canciller del Obispado, párroco de Villaquilambre, Secretario General del Sínodo de 1993 y Vicario General de la Diócesis. La etapa que más recuerdo contigo es la del Sínodo donde trabajamos mano a mano durante 5 años, aplicando y esperando el cumplimiento de las «matemáticas del Reino», con las cuales se multiplican por mucho los pequeños y grandes esfuerzos que hacemos por los demás. Ahí trabajamos codo con codo y, a veces, a codazos por diferencias puntuales de criterio; ahí aprendimos los dos (tú con mejor y mayor grado de aplicación) en la escuela de un obispo bueno y noble, Antonio Vilaplana, que se fiaba de sus colaboradores y buscaba sacar a relucir lo mejor de cada uno, lo que significa lealtad sin servilismo y comunión sin uniformidad. Don Antonio decía: «Mi deseo era que se dijese lo bueno que hay que hacer y lo malo que hay que evitar, pero acompañando este decir, las más de las veces, con tales razones y ruegos que no solamente convenzan, sino que persuadan». Cuánta gente buena ayudó a sacar el Sínodo adelante. Seguro que ahora ya te habrás encontrado con Milagros Luna y estaréis recordando alguna anécdota, si es que estos parámetros se pueden aplicar a la corte celestial.

Me decía Tere que este año pasado, viendo al Cristo del Desenclavo, te había visto a ti, despojado poco a poco en todos estos años de cruz y de pasión duras, que humanamente no se explican, pero que seguramente, desde la óptica de Dios, que nunca deja de ser Padre, ya sin duda lo entiendes todo y lo alabas por todo. Ese Dios que quiso contar un día contigo para realizar sus proyectos. Supiste responderle con generosidad; dejaste que Él se sirviera de ti para realizar en este mundo su amor, incluso desde el silencio y la impotencia en el tramo final de tu vida, Él sabrá por qué. En esta carrera de relevos que es la vida, tú nos has dejado el testigo de la donación y del servicio. Te prometemos recogerlo y llevarlo con nosotros hasta que un día nos encontremos contigo allí, en la Noche-luz, después de tanta noche oscura. Porque es lo que esperamos, que estés allí, junto a Dios y a los que te han precedido con la señal de la fe, donde podrás, sin término, seguir haciendo confidencias, sembrando esperanza y ganas de hacer camino aún en la dificultad, avivando la memoria de personas y de cosas, haciendo del cielo, si fuera posible, un lugar más alegre y, con toda seguridad, más ordenado, como lo hacías aquí con todas las cosas, con la singular maestría y habilidad de un buen canonista. Hasta pronto, Antonio, hasta el cielo. Cristo te dé la vida y te reciba en su amistad.

Juan carlos Fernández

Menes. León

tracking