Diario de León
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fuego amigo ernesto escapa
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E l profesor astur leonés del Rif Francisco Sosa Wagner tiene su imagen marcada por los últimos desencuentros como eurodiputado del partidillo de Rosa Díez, que abandonó en octubre de 2014 para «volver a ser libre», dando clases en la universidad y opinando por doquier. Un gesto que conviene valorar, porque choca con la tendencia generalizada a tragar ruedas de molino antes de renunciar a los privilegios. De aquella estancia europea, ilustrada por su batalla del pepino, dejó testimonio memorial en 2015, que subtituló con ironía Mi traición a Upyd .

No era su primer abandono del escenario político, aunque el humor siguiera siendo el vehículo escogido para rebajar y compartir discordancias. Ya lo había hecho en 1987, al despedirse con una larga y jugosa epístola pública dirigida a Felipe González, donde denunciaba la lentitud exasperante de las reformas y su dificultad para aliviar la vida de la gente. Fue un primer aviso serio en tiempos sumisos de la distancia entre el rango postinero y las penalidades cotidianas del común. Francisco Sosa Wagner es catedrático de Derecho Administrativo, fue miembro de la Comisión de Expertos presidida por Enterría que diseñó el mapa autonómico español, y entre 1982 y 1987, ocupó la Secretaría General del Ministerio de Administración Territorial.

Además, es un escritor dotado de fecunda vena humorística. Yo le publiqué su primera novela en 1992, que acaba de reeditar y tituló con guiño irónico: Es indiferente llamarse Ernesto , galardonada con el Premio Miguel Delibes. Luego actualizó la picaresca en Hígado de oca a las uvas (1998) y patentó una variante de las greguerías ramonianas en las soserías de Guindas con aguardiente (2001). También publicó en 1994 los relatos de Escenas históricas pero verdaderas . Esta misma semana agrupó la presentación leonesa de la nueva edición de Es indiferente… y de unas Memorias dialogadas con José Lázaro, en las que evoca sus recuerdos vitales, recorre pasajes diversos de su obra y desgrana su ideario personal, político y cultural. En 1983 promovió la edición de las Memorias del regeneracionista Adolfo González-Posada, donde evoca sus raíces en Otero de las Dueñas.

Por aquellos años de nuestro trato más frecuente, ya estaba bastante decepcionado del diseño autonómico y urgido por la necesidad de redimensionar la estructura administrativa del país. Pero le interesaba, sobre todo, el humorismo literario de la Edad de Plata, tan menospreciado por el canon circulante. Cuando volvió a la actividad política, lo hizo acuciado por la situación de Cataluña y aquel protagonismo movió la súplica ancilar de Rosa Díez. Su modélica forma de abandonar los aposentos europeos permanece como desafío para la conformidad de los descontentos.

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