Diario de León
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en blanco javier tomé
León

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Pese a los efectos salutíferamente narcotizantes y patrioteros del Mundial —¡bendito fútbol!—, seguimos instalados en la vía del sobresalto debido en este caso a la salida de la jaula de los integrantes de la Manada, ponzoñosa asociación de basura humana, manifiestamente desechable, que supone un bofetón en toda regla a la ola de feminismo masivo que sacude nuestro país. Aunque por supuesto prevalecen los respetos y miramientos a la controvertida decisión judicial, críticas razonables y razonadas que proceden de otros ámbitos jurídicos cuestionan una decisión que pone punto y seguido a la telenovela perversa que se inició con la violación de una joven madrileña en los sanfermines de 2016. El tobogán de las palabras apenas sirve para describir la indecencia matona de unos tipos que, solo por su aspecto y mal rollo, violan de entrada todos los preceptos de la Convención de Ginebra. Acicalados de certezas delictivas, es posible que empezaran los escarceos como abusadores a lo tonto, igual que Forrest Gump se puso a correr, llevados por una sexualidad retorcida que, si me apuran, tiene resabios homos.

Esos bailes conjuntos de los muchachos unos con otros, ese ir vestidos igualitos… ¡Ay, Señor! Un comportamiento que produce vergüenza ajena a cualquier conciencia honrada. Y puesto que todavía no se puede comprar justicia en Amazon, estamos al albur de jueces que parecen decidir en función de sus filias y fobias. Es lo que se desprende de las disensiones y rifirrafes entre los miembros del mismo tribunal, con opiniones muy enfrentadas con respecto a la responsabilidad real en la trama Urdangarín o la corrupción, por poner un par de sonados ejemplos. Sea como sea, poco favor a la causa del orden y la concordia provoca la liberación en pleno de la Manada, acogida con bíblico furor por una España estupefacta ante tamaño desatino que agranda la brecha insalvable entre justicia y realidad social. Seguiremos a la expectativa de los acontecimientos por venir, aunque no estaría de más recordar que la lluvia, los relámpagos y las granizadas empezaron por una sola y profética gota.

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