Diario de León
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c Javier Benéitez Mateos escribe que ‘El leísmo ha llegado a León para quedarse’: «De un tiempo a esta parte, pongamos que unos cinco años, observamos como el leísmo se está implementando en nuestra provincia como algo ya no anecdótico, sino cotidiano, y no he sido el único en percatarme de ello (algo que me preocupaba) sino que ya somos varias las personas que nos hemos dando cuenta de la deriva de este fenómeno lingüístico, que no es otra cosa que el emplear la forma le o les del pronombre personal como objeto directo, en lugar de lo, la, los o las. Este fenómeno se considera incorrecto excepto cuando el pronombre es de género masculino y se refiere a una persona y no a una cosa. El uso impropio de le(s), al igual que otros fenómenos como el laísmo o el loísmo, según la RAE, surgen en Castilla durante la Edad Media, y parecen deberse al nacimiento en época temprana de la evolución del castellano, documentado desde sus primeros textos medievales.

No obstante, continuando con las referencias de la Real Academia Española, en el siglo XIII, época de la reconquista de casi toda Andalucía, este fenómeno no se hallaba lo suficiente extendido como para poder instalarse en la normativa andaluza, por lo que tampoco caló en el español atlántico (Canarias e Hispanoamérica). Por consiguiente, y en líneas muy generales, suelen distinguirse dos zonas a este respecto: una claramente leísta, que ocuparía el área central y noroccidental de Castilla (junto con algunos focos aislados en países hispanoamericanos), y otra zona no leísta que abarcaría la mayor parte del mundo hispánico.

Sin abandonar las indicaciones de la RAE, debemos de saber que en algunas zonas de España y América se producen algunos de estos casos de leísmo debido al contacto del español con otras lenguas que se caracterizan por no contar con distinción de género y por marcar el número y el caso de forma muy diferente del español. Una de estas lenguas mencionadas, en el caso de España, es el vasco. Estas confusiones vienen dadas en su origen, por la dificultad que plantea el uso correcto del español a los hablantes que normalmente se expresan en esta lengua, aunque en muchos casos estos usos no son exclusivos de los hablantes bilingües de escasa formación, sino que es general, y han pasado a formar parte del habla corriente de las diferentes zonas, no considerándose admisible por la RAE desde el punto de vista de la norma culta estándar, salvo para lo indicado anteriormente.

En el español que se habla en Cantabria, se suele utilizar la forma le para el complemento directo masculino cuando el antecedente es un nombre singular contable, mientras que se utiliza como forma única lo cuando el antecedente del complemento directo es incontable, independientemente de su género o y su número.

En el País Vasco y el norte de Navarra, donde el español se encuentra en contacto permanente con el euskera, se suele emplear les(s) para el complemento directo, con referente tanto animado como inanimado, y con independencia del genero del antecedente. Oímos habitualmente decir «a mi padre le quiero, a mi perro le amo, ¿le viste como ladra? Le veo, le tengo, el coche le aparqué lejos, el pan nuestro de cada día dánosle hoy».

Hoy en día niños de cinco años ya utilizan este fenómeno lingüístico de forma habitual, (créanme cuando se lo digo, se bien de lo que hablo), y cada vez mas personas por estas lindes, a las que nunca las habíamos escuchado expresarse de esta forma, utilizan el fenómeno leísta, muchas veces sin darse cuenta y otras totalmente conscientes. No obstante y para ser sincero, la razón por la que decidí escribir estas líneas, ha sido el titular de una noticia de este Diario publicada el día 29 de octubre de 2018 que decía así, ‘El Monasterio de Nogales ya tiene quien le salve’».

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