Diario de León
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león en verso luis urdiales
León

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Los mejores momentos de nuestra vida han pasado o de noche o debajo de un árbol; la oscuridad está garantizada; llegará antes o después; lo que no parece tan claro es la letra pequeña de la póliza que asegura eterno el amparo sentimental que aporta la espesura de un bosque a la esencia del planeta, alimento que no se crea ni se destruye; al equilibrio, que no admite injerencias de laboratorio. De ese palo va Arriba las ramas, movimiento que ya ha dejado muestra de su voluntad de postergar la vida más allá de lo que ven nuestros ojos, más allá de lo que alcanza la próxima generación, dentro del territorio leonés, en esa actividad tan sencilla y esencial que supone ampliar la masa forestal. Con la misma convicción que mostró Martin Luther King cuando aconsejó plantar un árbol aún en la certeza de que al día siguiente se acabara el mundo, Arriba las ramas se ha propuesto expandir el sentido común por cinturones verdes, en el simple ademán que supone hundir raíces para apuntar al cielo; no ya tanto por volver a hacer posible la fábula de la ardilla en tránsito del Cabo Peñes al Cabo de Gata sin poner pie al suelo; por el que está por nacer, para que le quede al menos un hábitat tan apacible como que nos dejaron en herencia. Podíamos entregarnos a la energía del sol, capaz de bombear todo el ciclo del agua, agitar el viento, guisar la función clorofílica, regular el termostato del planeta; a la apología de la fotosíntesis en todo ese espacio que hemos concedido a lo que han dado en llamar bioeconomía en los manuales de máxima rentabilidad que impone el monocultivo; de la palma de aceite, de la caña de azúcar, de los eucaliptos madereros, de soja, para biocombustibles; el resultado se ve en la asfixia que sufren las especies ajenas a esta tendencia del efectivismo moderno que condena a galeras a todo aquello que no aporta un rendimiento inmediato. Esa maldita fiebre del ya o, si no, nada. Mal asunto para los que vendrán después, a este sistema que está cerrado termodinámicamente; permeable para energía, pero infranqueable para la materia. Sin fotosíntesis no hay polinización; sin polinización no hay cosecha; sin cosecha no hay humanidad. Sin árboles sobra toda discusión. Por eso, Arriba las ramas es la posición más acertada para hacer de mañana una realidad, aunque suene a utopía.

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