Diario de León
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cuarto creciente carlos fidalgo
León

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Los espacios del miedo son aquellos lugares donde las mujeres no se atreven a ir solas. Por lo que pueda pasar.

Un espacio del miedo es una calle oscura en el centro de una ciudad o en la periferia, una travesía solitaria sin ningún bar donde refugiarse, un parque cuando se hace de noche y se vacía de paseantes, una senda poco transitada, un paseo junto a un río, donde no aparece nadie en cuanto cae la tarde, una gasolinera cerrada a partir de las diez de la noche. Mejor no parar.

La expresión la está haciendo popular el periodista Antonio García Encinas, reciente Premio Cossío de Periodismo Digital por una serie de reportajes escritos con la colaboración de muchas mujeres que le ayudaron a identificar los espacios del miedo de Valladolid y que han servido para que el Ayuntamiento de la ciudad castellana haya incluido esos espacios de riesgo en el Plan General de Ordenación Urbana, con la intención de reducir el número de lugares donde una mujer no se atreve a caminar sola. O lo hace con miedo.

Bien hecho.

El asesinato de Laura Luelmo, y los de Leticia Rosino y Diana Queer, nos están diciendo, por desgracia, que los espacios del miedo pueden estar en todas partes. A la puerta de casa. En el monte. En cualquier rincón solitario. Porque el problema no es tanto de los lugares como de los monstruos que los habitan. Y esos monstruos son hombres. Personas, ¿personas?, que viven entre nosotros.

Recordaba Laura Luelmo en un retuit que se ha hecho viral estos días que siempre ponemos el foco en las víctimas de la violencia machista, como si pudieran hacer algo más por evitarla, y no en el agresor. «Te enseñan a no ir sola por sitios oscuros en vez de enseñar a los monstruos a no serlo. Ese es el problema». Y el eco de estas dos frases, después de conocer lo que le ha ocurrido en el pueblo de Huelva donde empezaba a trabajar como profesora, estremece.

Luego están los oportunistas que piden la pena de muerte o la cadena perpetua a la vez que ponen el foco en las denuncias falsas, como si fueran algo generalizado, y reclaman la derogación de la Ley de Violencia de Género, como si no fuera necesaria. Y eso también da miedo.

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