Diario de León
Publicado por
MIGUEL PAZ CABANAS
León

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Pese a tratarse de un tópico, también tú te planteas un propósito inspirador para el Año Nuevo, y en tu caso consiste en ser mejor persona. Adviertes que la clave no se encuentra en rehacer tu vida, sino en despojarte de todo aquello que la denigra o la gangrena. Podrías empezar por usar menos el coche, o dejar de seguir a ciertos tertulianos y columnistas. Es impresionante la cantidad de seres obtusos e incívicos que van al volante y, en cuanto a la prensa y la televisión, está llena de tipos que solo se alimentan del veneno que segregan sus glándulas salivares. Si tienes algún tipo de inclinación ideológica, es preferible que no escuches a los líderes que la representan: al cabo terminarás siendo como ellos, es decir, un ciudadano cínico y sectario, incapaz de escuchar otra jerigonza que la que sale de su garganta. A la mínima ocasión, te verás golpeando la barra de un bar, o escupiendo a la gente que no piensa como tú. Si formas parte de algún cenáculo literario, no esperes al uno de enero para desaparecer: nadie se despelleja y baquetea con tanto ímpetu y tanta saña como los narradores y los poetas. Por descontado, te abstendrás de acudir a mítines y, especialmente, a las reuniones de la comunidad de vecinos. En estas últimas sale a relucir lo más oscuro del alma humana y te puedes llevar la sorpresa de descubrir que aquel vecino o aquella vecina que te caían tan bien, es un fanático.

Cuando lleguen los días de sol, que llegarán, huye de todos esos destinos turísticos que, bajo el título de «recónditos lugares con encanto que nadie conoce», han aparecido en revistas y suplementos de viaje. Nada hay más horroroso que una marabunta de personas alrededor de una palloza, abarrotando una cala inaccesible o sacándose selfies ante una puesta de sol. Si sabes de un sitio cautivador y oculto, no se lo comentes ni a tu madre.

Sobre todo, aléjate de los individuos tóxicos que encuentres a tu paso. Son como tumores, crecen de modo insidioso y te los puedes tropezar en cualquier circunstancia: atendiéndote con cara de malas pulgas en un ministerio, dándote la brasa en una cena familiar, convirtiendo tu vida en un infierno durante la jornada de trabajo. Parece mentira la gran cantidad de gente que hay así: si te descuidas, hasta tú puedes ser uno de ellos. Por eso, de vez en cuando, reflexiona sobre quién eres y lo que haces, y sin olvidar que todos merecemos una oportunidad, piensa que no te vas a llevar nada para el otro lado: ni siquiera el móvil; mucho menos esas opiniones exaltadas que soltaste como perdigones en las redes sociales. Un día estarás solo en casa, mirándote con asombro en el espejo y oyendo de nuevo las campanadas de Nochevieja. Feliz 2019.

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