Diario de León
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León tiene un tesoro. Lo forman sus montañas, sus valles, sus ríos, sus mil y un rincones llenos de encanto. Tan bonitos como desconocidos para muchos. Pero nos pasa lo de siempre: que tendemos a alejarnos buscando lugares exóticos cuando muchas veces tenemos lo mejor aquí al lado. Descubrir la provincia es una actividad muy recomendable que, además, reconforta cuerpo y mente.

El valle de Omaña es una de esas zonas que merece la pena conocer. A Riello me acerqué este fin de semana en ese afán de conocer nuestro entorno. Allí hay un bar-restaurante, Villamor, de esos que salpican la provincia aquí y allá. Lugares sencillos pero coquetos, sin más pretensiones que ser justamente eso: un sitio en el que comer bien, sin adornos innecesarios. Cocina de la de antes, con buena materia prima y sin aspavientos.

Curiosamente este lugar lo regenta un chico joven, que ha apostado por un negocio en el mundo rural. Toda una hazaña que me hizo pensar en lo duro que tiene que ser. Porque Omaña tiene magia. Pero es, como buena parte de la provincia, un lugar de naturaleza privilegiada azotado por el abandono. Vivir allí no debe ser fácil. Algo menos de una hora de coche lo separa de la ciudad y un paseo por sus calles denota esa falta de vida de la que adolecen los pueblos, condenados a desaparecer.

Todos estos rincones son preciosos, si, pero destino sólo de fin de semana o vacaciones para la mayoría. Aquí nieva de verdad y la carretera se torna un lugar peligroso y se va la luz cuando menos te lo esperas y no hay tienda que te saque de un apuro ni médico de urgencias al lado de casa. Pero, a cambio, te regala paisajes únicos de lunes a domingo, rincones apenas explorados, paz, tiempo, una vida que pasa más despacio. Vivir y trabajar ahí es tener amor a Omaña. Y recibirlo.

Es un ejemplo de que todavía hay gente que apuesta por el mundo rural, que se atreve a ir a contracorriente, aunque no resulte fácil.

Y eso es lo que hace falta, ganas y que las administraciones estén ahí para apoyarles. Porque la despoblación se combate así, haciendo, no hablando ni dando charlas interminables de lo que es y lo que supone, que ya lo sabemos todos.

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