Diario de León
Publicado por
antonio manilla
León

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Caminan como japoneses bajo los efectos del Musac. Espalda curva y cabeza baja, pasos cortos, con la atención anestesiada por un gadget, que sostienen entre las manos igual que un tuno su bandurria, en el que miran resultados, intentando comprender el batacazo. No son jóvenes artistas emergentes que acudieron peregrinando a la fuente de la edad, sino borrones de políticos —no llegan a boceto— que se perdieron en el camino, viendo truncadas sus aspiraciones por la cruda realidad del recuento de votos. Algunos se han quedado sin futuro porque todo lo fiaron a las urnas y otros volverán mañana a sus mesas del trabajo de siempre. Unos pocos, los elegidos —los reconocerás porque van tiesos—, se afanan, ya están afanándose en tramar algún pacto bajo el sagrado principio del «quítate tú que me pongo yo». Aunque sobre ese proyecto de ciudad pactada no nos hablaron en los mítines y programas.

Nunca se comentan durante las campañas los hipotéticos acuerdos futuros, ni tan siquiera cuando vienen apretadas las encuestas, como si todos esperaran una mayoría absoluta milagrosa o al menos una concejalía de rebote. No es cuestión, claro, de ir pidiendo la confianza del electorado reconociendo que ya está pensada o hasta arreglada una componenda, aspirada una alfombra, repartidos ciertos cargos. Pero de ese inevitable cruce de programas habrá que ver qué vale y qué se desecha alegremente. Nosotros, los poselectores, deberíamos exigir claridad, salvo que nos resignemos a lo de siempre: ser seres con voto un día pero sin voz durante cuatro años, a los que se les puede hacer tragar cualquier jarabe.

Que, vistos los resultados, más que jarabe va a ser compota o menestra, acaso olla podrida en la que se echan los restos de comida de toda la semana. Y, ojo, que de esos experimentos puede salir lo mismo un comistrajo que un plato gourmet. Si se evita lo inmiscible, que por su propia naturaleza no se puede mezclar, si no se combate por parcelas de poder sino por defender los mejores proyectos, si se está dispuesto a admitir que el hasta ayer adversario también puede tener buenas ideas y logran evitarse, ay, los personalismos ególatras, se tendrá mucho andado. Suele decirse, cuando el electorado no otorga mayorías, que las urnas han dado un mandato claro: gobiernen juntos. Pues eso. Siéntense, discutan y acuerden. Gobiernen juntos y no, como tantas veces, revueltos.

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