Diario de León

La cara amarga de la experiencia

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León

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No deja de ser un contrasentido que en una sociedad que envejece a pasos agigantados y alarga la vida laboral de sus trabajadores acorrale en el desempleo a los que considera mayores para adaptarse a las nuevas exigencias. ‘Mayores’ de 50 años, cuando los expertos debaten ya que la tercera edad comienza mucho más allá de la que hasta hace unos años era la barrera psicológica de los 65 años. Obligados a trabajar durante más tiempo y arrinconados por los estereotipos, quienes se ven atrapados por el paro a partir de los 45 años viven con frecuencia un calvario de discriminación a la hora de conseguir un contrato. Una situación que se hace más complicada a medida que avanza la edad, hasta el punto de que acaba convirtiendo el desempleo en un drama crónico.

Las consecuencias son terribles, no sólo porque se cercena la vida laboral en los últimos años, los que más pesan en las pensiones; sino porque deja sin alternativas demasiados años como para sobrevivir sin ingresos. Más allá, despreciar las capacidades de este colectivo de trabajadores implica desperdiciar todo un potencial de talento y experiencia. Se impone un cambio radical en la percepción empresarial de quienes, rondando el medio siglo de vida, están en realidad en la plenitud de su potencial laboral. Y este es un esfuerzo que se sigue desatendiendo.

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