La época de los gigantes

R eleyendo a Winston Churchill pude apreciar como su mente estaba articulada para pensar a lo grande. Toda su vida estuvo llena de avatares intensos y no exentos de dificultades y penurias. Pero su trayectoria vital estuvo presidida por querer hacer cosas grandes, cosas que parecían imposibles. No cabe duda de que es un gigante de la historia.

Cuando nadie apostaba por Inglaterra, él apuntaló a la sociedad británica frente al derrotismo y pesimismo. A su manera, desde una posición partidista y a la vez patriótica, defendió en la política, en la literatura, en las calles, la libertad y la democracia como la única forma de vida digna del ser humano.

Dejó escrito como la Segunda Guerra Mundial no fue una mera contienda bélica contra las aspiraciones imperialistas de Alemania y Japón, sino que lo que estaba en juego era la supervivencia de la democracia o la aparición de un nuevo mundo bajo una dictadura global.

Los aliados vencieron, y entre ellos estaba la Unión Soviética quién colonizó la mitad de la Europa que el resto de aliados habían liberado pagándolo con su sangre. De esto se sentía especialmente responsable por no haber sido capaz de parar las aspiraciones de Stalin.

Pues en la actualidad nos encontramos con una situación muy parecida en la que las libertades y democracias están de nuevo amenazadas. No lo están por ejércitos armados con recursos tecnológicos de destrucción masiva. La amenaza es más sutil y quizás más peligrosa. La guerra comercial y tecnológica entre Occidente y China puede terminar con nuestras democracias liberales.

China, es conocido por todos, no es precisamente un modelo de libertad y de respeto por los derechos humanos. Esto de por sí ya es algo dramático teniendo en cuenta que hay más de mil millones de chinos en el mundo. Pero puede ser peor si llegasen a ganar esta guerra y se convirtieran en la primera potencia mundial a nivel económico y tecnológico.

En la frontera este, Europa tiene al oso ruso siempre con la zarpa preparada. Tampoco la Rusia de Putin es un ejemplo a seguir en cuanto a las libertades se refiere. Si a esto le sumamos la India con su desestructuración e injusticia social, tenemos ya medio mundo bajo la opresión de la desigualdad e injusticia social.

A lo anterior se deben sumar un número importante de países en los que por un motivo o por otro, sus gobiernos son ajenos a la dignidad de todo ser humano y sus derechos les importan absolutamente nada. Conclusión; cada vez son menos los espacios de libertad en el planeta.

Pero, la principal amenaza está en nosotros mismos. En nuestra desidia, en nuestra falta de coraje para defender nuestra forma de vida. En nuestras pocas ganas de esforzarnos por hacer algo. En el poco entusiasmo que ponemos en nuestros trabajos, en nuestras insolidaridades.

No dejamos de hacer mención del Estado Social y de Derecho pero, ¿qué hacemos a diario en por su defensa y mejora? Lo menos posible, porque nos estamos convirtiendo en unos parásitos del bienestar y pretendemos que nos lo regalen todo. No reconocemos y mucho menos asumimos nuestros deberes, solo nos apropiamos y exigimos aquello que nos beneficia.

Tener una Constitución está muy bien, pero se puede quedar en un simple papel como tantas veces ha ocurrido a lo largo de la historia si no hay quien esté dispuesto a pelear por ella y que sea aplicada a todos por igual. Necesitamos parecernos a los gigantes como Churchill, quienes no vacilaron en tomar las riendas de su propio destino y luchar sin cuartel por los ideales que han hecho de nuestras vidas las mejores de la historia de la humanidad.