Diario de León
Publicado por
Arturo Pereira
León

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Siempre es conveniente tener un capote a mano. Ciertamente, la palabra capote tiene muchos significados y también es cierto que unida con otras configura expresiones con significados muy diversos.

Así, todo el mundo sabe que un capote en su acepción más tradicional es una capa de mangas y menor vuelo, pero también es una simple manta, hacer todas las bazas en una mano en el juego de las cartas, etc. Una de las expresiones más utilizadas con la palabra capote es: «Echar un capote», también se puede afirmar que es una de las más útiles a efectos prácticos.

Queda acreditada la naturaleza bondadosa y ecuménica de este término. Vale para casi todo. De esto se puede deducir que siempre es muy conveniente tener un capote, o tener alguien que en un momento dado pueda echártelo. En los tiempos que corren, pobre de aquel que carezca de ambas cosas. En determinadas circunstancias son necesarias las dos.

De capotes saben mucho los toreros y de la necesidad anteriormente expuesta. En muchas ocasiones, se ven sobrepasados por el toro a pesar de estar pertrechados de su propio capote y de un gran valor teniendo que salir al quite la cuadrilla con sus capotes. Y es que en esta vida no basta con ser el más inteligente o guapo, sino que es necesario, dadas nuestras limitaciones, que la vida nos eche un capote o si no algún alma caritativa. Digo la vida porque existe un refrán que viene muy bien al caso y es: «No hay caballo andaluz que no llegue a ser borrico sardinero».

Estas reflexiones no pretenden ser más que una llamada a la humildad y se me han ocurrido viendo a numerosas personas, de cierta relevancia, enfrentarse con graves problemas ante la justicia, de salud, u otras circunstancias adversas ante las que nunca ni siquiera se imaginaron que les tocaría a ellos. Nadie estamos exento de vernos en circunstancias difíciles, incluso a veces sin solución, de ahí la necesidad del capote que vale tanto para un roto como para un descosido.

El primer capote que podemos echarnos encima no necesitamos pedirlo a nadie, basta con el mero hecho de no alegrarnos de las desgracias ajenas. Es muy sano y nos aportará una paz legítima ante nuestras propias desgracias. Otros capotes muy útiles para todos y en todas las circunstancias son los del consuelo y el acompañamiento a las personas que pasan por momentos de angustia.

Solidarizarse con los demás es tan humano como no hacerlo. Decidirse por una u otra opción es cosa de genes y crianza. Pero, siempre hay una constante independientemente de la opción elegida, y es que a todos nos gusta que se solidaricen con nosotros en momentos de apuros.

Para aquellos incrédulos que piensen que nunca necesitarán del capote ajeno, no tienen más que ver el paso del tiempo y focalizar su atención en las personas mayores, aquellas cuya estancia en este mundo no se promete muy larga. Es inevitable, el tiempo es implacable y la dependencia de los demás se incrementa con el transcurso de este.

Podríamos afirmar que carece de sentido toda insuficiencia, aunque esta provenga de nuestros estados de falsa realidad motivados por una euforia fruto de un engaño a nosotros mismos. Nos engañamos cuando estamos en la cumbre de nuestras aspiraciones creyéndonos invencibles y mejores que los demás. Prescindimos de los imponderables que determinan nuestras vidas, comenzando por nuestra finitud.

Nunca hemos de rechazar un capote porque dignifica tanto a quien lo ofrece como a quien lo acepta. La aceptación implica generosidad por parte de quien lo ofrece y humildad por quien lo acepta. No andamos sobrados de ninguna de las dos.

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