Tribuna | Parlateros y parlanchinas

Qué dolor de vientre, esos titiriteros de la tele-feria, funcionarios de carrera del tele-ministerio. Paseando sus hocicos de calicato y sus perfiles de anaconda tripuda, por todos las charcas y pantaneras de la selva televisual. Pregonando con donaires de charcutera, sus razones y sus sinrazones sobre cualquiera, qué más da, de los asuntos y trasuntos que copan las portales y fachadas del tejido media-tico-tico que fumiga y emponzoña el espacio mental de nuestro tele-orbe

Vergüenza ajena, provoca, verlos vomitar incoherencias, regurgitar pestilencias, expectorar ocurrencias, donaires y pedorreas sobre cualquier nadería, fruslería, tontaquería del entertaiment global, helicoidal y sinusoidal.

Grotesco, verlos chillar como papiones en celo, en cualquier tramoya verbal. El encefalograma mental de estos depredadores del ingenio ajeno es rayano al doble cero pero su trompetería verbal, gestual, emocional, es de barraca de feriante. Mixtura letal que conduce inexorable a patéticas reyertas, de escupitajo, espantajo y trampantajo,

Pero, ah, más penoso que todos ello@s, es el rebaño de bucólicas teleborregas y algún telemorueco trasquilao, que les balan complacidos sus aquelarres pantagruélicos entre plato y plato o bocado y bocado. Todo a mayor gloria del sumo artífice de la teleiglesia cincuménica, Pannettone Primero y de su arcipreste local, el urogallo cuellialto de andares algodonales y ojitos meliflatulentos.