Diario de León
Publicado por
Nuria González Rabanal y Cristina Gutiérrez López. Profesoras del Máster de Riesgos Naturales de la Universidad de León
León

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Durante este siglo, los desastres naturales —sean de la naturaleza que sean— tienen un impacto claro sobre la economía además de sobre otros aspectos. Estos acontecimientos naturales, ocasionados por factores climáticos o geomorfológicos conllevan consecuencias, en general sobre el sistema económico, y en particular, sobre las empresas afectadas por tales circunstancias. Los impactos sobre la economía son evidentes y tienden a ser considerados tanto a nivel macroeconómico como microeconómico.

A nivel macro, cualquier desastre natural afecta a la población y por tanto a la estructura del mercado de trabajo y por ende a la capacidad de consumo; también afecta diferenciadamente a los distintos sectores productivos —cosechas, fábricas, turismo— y por supuesto a los mercados de la zona, región o incluso país cuando éstos son de gran magnitud geográfica. En este ámbito, los países latinoamericanos han acumulado desgraciadamente una gran experiencia en la valoración de este riesgo macroeconómico, desarrollando una metodología propia (Cepal) que, hoy en día, es estudiada en todas las Universidades, incluida la Universidad de León específicamente en su Máster en Riesgos Naturales.

Los impactos sobre la economía son evidentes a nivel macroeconómico y microeconómico

A nivel microeconómico, la relación de las empresas con el medio ambiente se ha replanteado recientemente tanto por la popularidad de toda actuación vinculada al concepto de sostenibilidad (y sus incuestionables efectos positivos sobre el valor de marca de las compañías), como por la necesidad de identificar y gestionar los riesgos ambientales y naturales a los que las compañías se enfrentan. Efectivamente, no sólo es necesario que las empresas incorporen medidas o actuaciones que detecten los factores de riesgo, sino que además es imprescindible una valoración contable (pérdidas de inversiones, aumentos de costes), resultando las medidas de gestión en un autoseguro por parte de la empresa, o en la transferencia de los riesgos a un tercero habitualmente con la contratación de un seguro.

El reconocimiento del riesgo provocado por un desastre natural ha permitido el desarrollo creciente de productos financieros como los bonos catastróficos y los derivados climáticos. Los primeros están basados en la idea de que los inversores pueden adquirir bonos que les reporten el cobro de cupones e intereses siempre que no tenga lugar un determinado evento climático. Por su parte, los derivados climáticos dependen de variables como la temperatura o la lluvia y permiten cubrir el riesgo implícito que actividades como el turismo o la agricultura asumen como consecuencia del clima en términos de pérdidas de clientes y cosechas, respectivamente. Estas alternativas actúan de forma similar a contratos de seguros y coberturas.

En todo caso, el papel de la economía en general, y de la contabilidad y las finanzas en particular, resulta indispensable para una buena gestión empresarial de los riesgos naturales y ambientales acercando materias inicialmente distantes y resaltando, una vez más, el carácter cuando menos instrumental de disciplinas vinculadas a la economía y la gestión y su inestimable utilidad.

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