Diario de León
Publicado por
Afrodisio Ferrero, abogado y periodista
León

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L legaba el aviso con la maleta ya cerrada, en el equipaje de mano, el guion de la conferencia que había ido recopilando de las revistas del último trimestre y aquella conclusión indefinida, que podía dirigir en uno u otro sentido según la conveniencia del momento. Tuve la intención de consultarte, lo de las baterías de iones de litio para alimentar los automóviles, sólo habíamos leído algo reciente, pero con el lío de pasaportes y demás, no encontré el momento. La llamada de la agencia dejaba mi la maleta cerrada, que no había vuelto a abrir, cerraban el espacio aéreo. Estuve unos días petrificado y de repente comenzaba a mirar por las ventanas con asombro, lucía el sol, pero el mundo, la ciudad y la calle estaban silenciosas y las gentes desaparecidas, era todo nuevo, raro.

Sentía un malestar general, no podía descansar, la televisión emitía constantes noticias aterradoras, dirigía la información aquel elemento que yo no consideraba capacitado para parar un taxi en el centro de una ciudad. Estaba en otro mundo.

Leí algo sobre Nostradamus la profecía que dice: «Y en el año de los gemelos (2020) / Surgirá una reina (Corona) / Desde el oriente (China) / Que extenderá su plaga (virus) / De los seres de la noche (Murciélagos) / A la Tierra de las siete colinas (Italia) / Transformando en polvo (matando) / a los Hombres del crepúsculo (ancianos) / Para culminar en la sombra de la ruindad (hundimiento total de la economía). Aunque aparecía con un logotipo idéntico a la edición original de las Cuartetas, busqué detenidamente, pero era falsa. Muchos nos preguntábamos su relación con el fin del mundo: Apocalipsis 6:7-8, Levítico 26:16; Ezequiel 6:11, Lucas 21:9, no sabría que decir.

Cuando apareció la esquela en el periódico llamé a tu hija. Después de una semana me contestó, estaba muy afectada, me contó los dos días en el pasillo del hospital y que no había respiradores, que estaba esperando que llamaran para lo de las cenizas

Por otra parte, los expertos de la OMS, nos pronosticaban que la sociedad no está preparada para el covid-19 y que teníamos que esperar futuras epidemias, como esta, y algunas aún más peligrosas (Euro News, 14 de marzo de 2020). La CNN, nos recordó que, en el verano de 2008, una psíquica anciana que decía haber comenzado a recibir premoniciones a los cinco años, publicó un libro que contenía una predicción ominosa: «Alrededor de 2020, una enfermedad grave similar a la neumonía se extenderá por todo el mundo, atacando los pulmones y los bronquios y resistiendo todos los tratamientos conocidos», dijo. «Casi más desconcertante que la enfermedad en sí, será el hecho de que de repente desaparecerá tan rápido como llegó, atacará de nuevo diez años después y luego desaparecerá por completo». La predicción no tuvo repercusión pública y la autora del libro, Sylvia Browne, murió en 2013, pero la pandemia de coronavirus ha atraído la atención sobre su obra, ahora convertida en un éxito mundial.

Tenía la duda de la eficacia de las tecnologías energéticas no dependientes de combustibles fósiles para ser aplicadas en medios de transporte, aquella investigación tuya, con el Premio Internacional que permitió la subsistencia de nuestro modesto laboratorio, lo que callabas, lo que sabías, como nos protegiste. Te iba a llamar…

Cuando llegaron del ministerio los proyectos encuadernados con un lujo que no nos pudimos permitir jamás, noté tu malestar, estuviste una semana pertrechado. Por la composición de tu gesto, temí lo peor. En la reunión que convocaste, decidimos por mayoría aceptar, con tu oposición claro. Las circunstancias personales de tu equipo no permitieron obrar en otra dirección, yo te recuerdo, estaba arreglando él jardín y había encargado una piscina climatizada, la familia, ya sabes, odio el agua, Emilia con las letras del piso, Juan y Antonio como siempre con sus problemas. Pediste la jubilación y te fuiste. Me nombraron por antigüedad, y me hice cargo, no había que hacer nada de importancia, muchas palabras y una subvención de diez años. Sabias que era menos que nada, pero no nos reprochaste nada. Teníamos cubierta la financiación hasta jubilarnos. Íbamos a preparar un homenaje al uso, ya sabes, bueno que iba a llamarte.

Cuando apareció la esquela en el periódico, encargada por la Universidad, llamé a tu hija. Después de una semana me contestó, estaba muy afectada, me contó los dos días en el pasillo del hospital y que no había respiradores, que estaba esperando que llamaran para lo de las cenizas. Así iba todo. Sentías un ramalazo frío en la espalda, como una corriente eléctrica, mientras nadabas en la piscina, pensabas que solo serían tres o cuatro largos y de repente recordabas aquella frase de Kissinger, el judío alemán: «Si, mucha gente va a morir cuando se establezca el Nuevo Orden Mundial, pero será un mundo mucho mejor para los que sobrevivan». La tarde caía sin darse mucha prisa.

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