Diario de León

EL MIRADOR

Traicionar la amistad

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León

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LA velocidad a la que en nuestro país se suceden los acontecimientos es tal que, en apenas dos semanas, la prioridad estrella del guión del Debate sobre el estado de la Nación ha experimentado tres cambios espectaculares. Cuando parecía claro que la piedra angular del segundo «cara a cara» entre Aznar y Zapatero sería la huelga general del 20-J, el «pronunciamiento» soberanista con que el Gobierno vasco saludó la entrada en vigor efectiva de la Ley de Partidos Políticos irrumpió estrepitosamente en escena. En cuanto concluimos que nada podría arrebatarle a este grave asunto el protagonismo, la inusualmente amplia remodelación del Gobierno que el presidente Aznar acometió por sorpresa el martes pasado nos volvió a cambiar el guión. Y, sin tiempo para que pudiéramos recomponer airosamente la figura, un remoto peñón africano no mayor que un campo de fútbol y de soberanía dudosa que hasta el pasado miércoles sólo era frecuentado por contrabandistas y submarinistas, el peñón del Perejil, se ha convertido en el nuevo peine de los vientos de todas las conversaciones, y ha vuelto a hacer bueno el principio de que, en política, no se puede dar nada por hecho. Ni siquiera que este feo asunto no vaya a ser desplazado por otro como hilo conductor de la jornada en las escasas horas que nos separan del comienzo del Debate sobre el estado de la Nación. Pero, que es feo, está claro. Que la soberanía del Perejil es dudosa no lo digo yo sino el Tratado de Amistad hispano-marroquí. Lo que Marruecos y España acordaron en los años cincuenta es que el tal peñón fuese una especie de «tierra de nadie». Eso es lo que ha traicionado Mohamed VI al izar allí su bandera: nuestra amistad. Esto es lo que ha llevado al Gobierno a preguntarle qué pretende con esta nueva provocación y a exigirle, con el apoyo de la UE, que restablezca el orden de las cosas, mientras la OTAN (deberíamos tomar nota de esto) se ponía... de perfil. Mohamed VI ha traicionado nuestra confianza. Y las privilegiadas relaciones económicas que Marruecos mantiene con la UE no tardarán en notarlo.

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