Diario de León
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León

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Anuestros vecinos les ha dado un «subidón de duende» que, curiosidades de la vida, se hizo coincidir con la fiesta oganizada por el enlace matrimonial del rey Mohamed VI, y se han plantado por las bravas en un islote de curiosa terminología gastronómica. Gracias a Dios, me refiero a la boda, que el rey alauita ha claudicado ante la bella Salma Bennani, pues sus muy escamados súbditos ya temían que se les quedase para vestir santos. O en lenguaje islámico, para fregar mezquitas. La llegada al trono del joven Mohamed, hace tres años, provocó en la sociedad marroquí ilusionantes expectativas de cambio democrático, que al día de hoy se han quedado en agua de borrajas. No obstante, el empobrecido y humillado pueblo sigue dispensando a la dinastía monárquica una veneración casi atávica. En la hermosa ciudad de Tánger, referencia de cosmopolitismo y relajación de costumbres en tiempos no muy lejanos, yo mismo he comprobado que los retratos de Hassan y su hijo Mohamed cuelgan en cafés, bancos y hasta hoteles, a modo de «Grandes Hermanos» en un país que no acaba de levantar cabeza. Marruecos ha regalado a su rey el perejil para la tarta de bodas, mientras que algunos claman en España por una acción militar que restablezca el orgullo patrio. Ni una cosa ni la otra, las únicas dueñas legítimas son las cabras que allí pastan tranquilamente, contemplando con ojos burlones una escena que no hubieran imaginado ni los hermanos Marx.

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