Diario de León

EN EL FILO

Veinte años después

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N el arranque del curso político, se percibe la sensación de que, en tanto la mayoría gubernamental reanuda la actividad un tanto distraída y con escasos reflejos, la principal oposición ha irrumpido con extraordinario empuje, consciente de que tiene a su favor dos factores de especial relevancia: de un lado, la retirada cada vez más cercana de José María Aznar, el líder indiscutible del centro-derecha, que, aunque reconocida favorablemente por la ciudadanía, deja a los suyos en una notoria orfandad; y, de otro lado, el empeoramiento de la situación económica, consecuencia de la mala coyuntura internacional, que ya no permite al Gobierno alardear de buenos resultados, por más que la política económica, constreñida por el contexto, no se haya desviado un ápice de la ortodoxia. Rodríguez Zapatero trazó las líneas maestras del calendario socialista y de la estrategia futura, como «alternativa clara de gobierno». En prueba de ello, y para aprovechar lo más posible el viento favorable, Zapatero será proclamado candidato a la presidencia del Gobierno, después del proceso de primarias, el 27 de octubre, en el curso del mismo acto en que los socialistas conmemorarán el vigésimo aniversario de su victoria en 1982. Y el aspirante a la Moncloa está dispuesto a mantener los grandes pactos de Estado al tiempo que realiza beligerante oposición «de izquierdas». El simbolismo de esa proclamación dos décadas después del gran triunfo del 82, que no sólo supuso la alternancia sino la superación y el cierre definitivos del gran contencioso histórico de nuestro siglo XX, significa esta vez con bastante verosimilitud que el socialismo ha superado con éxito el reto de su renovación generacional, por lo que de nuevo está en condiciones de competir con sus adversarios naturales. Tácito establecía entre generaciones sucesivas un espacio de quince años; el presocrático Apolodoro, cuarenta; pero son mayoría los autores que cifran el plazo precisamente en veinte años. Escribió Ortega en «El tema de nuestro tiempo» que «las variaciones de la sensibilidad vital que son decisivas en historia se presentan bajo la forma de generación», y es notable que la sensibilidad de Zapatero es bien distinta de la de sus predecesores en el PSOE. Pero representa sin duda una versión más adaptada al terreno de la izquierda posible. Y, a falta de mayores concreciones programáticas y de un equipo más sólido del que exhibe en la actualidad, capaz de protagonizar la alternancia en cualquier momento. Hoy por hoy, lo cierto es que, a veinte años del cambio de 1982, la opción socialista comienza a recuperar su estatura. Frente a una derecha muy distinta de la de entonces, se alza un socialismo muy diferente y ambos forman un binomio sugestivo, en cuyas vicisitudes está el futuro de todos nosotros.

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