Diario de León

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La bella Otero

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No tiene nada que ver con la bella Dorita, reina del Paralelo barcelonés, hermosa y sensual, que vivió algún mes más de cien años, ni con la bella Otero, aquella gallega capaz de encandilar hasta a los indolentes de espíritu en París. Nuestra bella Otero, María Dolores, «ex» de casi todo --senadora, concejala, procuradora--, militante histórica de la derecha, está decepcionada de su propio partido. Cree que la han dejado en la más absoluta soledad e indefensión. Y ha decidido irse. Ya remitió la carta de baja al presidente regional, Juan Vicente Herrera, junto con uno de sus libros de poemas, y está al caer su renuncia en la sede provincial. Se va aburrida. No ha pedido cargos ni sueldo: sólo ha ofrecido trabajo. Y no se lo dan. Ni la apoyan ni la dejan trabajar. Se ha ofrecido para todo: coordinar programas de estudio, llevar la oficina parlamentaria en León y otras ocupaciones menores. Ni siquiera la recibe el presidente del PP leonés, José Mª López de Benito, después de medio año de solicitar audiencia Total: la bella Otero de la política leonesa, que habla como un torrente, ha perdido la fe y se va. Aunque se define como poetisa, ya no ve la belleza majestuosa en el vuelo de la gaviota. Se va sin sacarse la espina de la traición de libro que le jugó Juan José Lucas. A Mª Dolores Otero le ofreció el ex-presidente retornar a León, cuando se le pidió renunciar al escaño para que se sentara Jesús Abad en Fuendaldaña. El corregidor pucelano, León de la Riva, fue testigo de excepción. En política las promesas son siempre de viento. Le daban todo en Valladolid y le negaban cualquier respiro en León. No hay que ser muy perspicaz para rotundizar que tenía al enemigo en casa. En el fondo, nuestra bella Otero leonesa ha sido una ingenua: creyó a pies juntillas en la promesa de Aznar: «cada persona, un cargo». Pero todo ha seguido igual. Los cargos, en su plenitud, se quedan en pocas manos. Luego resulta que están tan asfixiados que no tienen tiempo ni para recibir a una militante, aunque lleve seis meses en lista de espera. Nuestra bella Otero leonesa es como el azogue. No para quieta. Es la presidenta de la Federación de Pueri Cantores y aspira a que la Escolanía de la Catedral de León, con la voz blanca de 45 niños, llegue a sombrear a la de El Escorial. Y esos logros los exhibe sin el apoyo orgánico del partido azul, del que cada día está más alejada. No acaba de digerir los escándalos políticos en la Diputación, en La Bañeza, y menos aún en Ponferrada. Fue la única mujer del PP en toda la comunidad que denunció la hipocresía política de su partido en el desamor Ismael Álvarez/Nevenka Fernández. Las mujeres aún esperan la palabra de Elena Bustillo, presidenta de las Mujeres Conservadoras, o de Fátima López, máxima responsable del PP berciano. La bella Otero, como si fuera una sacerdotisa de la vieja Grecia, se opuso a las ofrendas a los nuevos dioses populares. Mª Dolores Otero se aferra a su currículo político, a la experiencia y a los servicios prestados. Y no se lo valoran. El adiós es inevitable. E inevitable ha sido el adiós de vida de Mariano Castaño, hijo primogénito del que fuera corregidor de la Ciudad, Miguel Castaño, al que fusilaron los hijos de la ira en pleno verano del 36, a la hora de los rocíos. Mariano era cirujano, muy querido, y se ha muerto...de viejo.

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