Diario de León
Publicado por
Carlos Roger Antón
León

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En el título de este artículo se hace referencia a un hecho real, del que cada ser humano es muy sabedor, o así ha de entenderse en lo que pueda ser real, veraz, verídico, pues es bien cierto, que nuestras propias conjeturas, por siempre nos llevarán a la ciencia, como el todo en nuestros propios pensamientos, en cuanto a hechos o acciones que como tal tomamos; y digo real, para que dilate aún más la condición humana o la propia Naturaleza en sí misma. En otra Tribuna citaba a la filosofía/psicología pensante de Hannah Arendt, o decir Joahanna Arendt, y aún añadido como politóloga/retórica en más abundancia del siglo XX (1906), en tanto a su exposición del concepto de identidad individual, en el ámbito hispanoparlante, tal mismo que su exposición en su libro (Naturaleza y Condición humana). Se ha tratado poco o casi nada, pero lo cierto es que la identidad no puede ni debe sintetizarse a meros estados psicológicos, pues la propia historia de las acciones de una o cualquier persona, en el contexto de su vida, tomándola como algo cierto (y será más que posible que no todos la experimentemos o veamos en igual forma), ya que la condición humana propia, es y será por siempre, condición de lo humano, de los humanos, difiriendo en continente y contenido de la Naturaleza en sí, tal cual sin adjetivos propios o ajenos.

La propia psicología, sin resumen identitario desde sus orígenes, nos dirigió hacia la mejor parte cognoscitiva, para que el propio título fuera calando poco a poco en las correspondientes sociedades ancestrales y presentes, que cada cual (todas), tuviera su propia identidad al fin del presente siglo XXI y siguientes, pero es obvio y visto que el error no ha sido asumido, al aferrarnos como poseedores de lo Natural y su condición. ¡Que gran error cometido y concomitante! verificado en su gran diferencia, y sin bulas papales. He de testificar que vamos perdiendo en proporción geométrica, virtudes, capacidades, eficacias... tan auténticas, tal que seamos hispanoparlantes, anglófilos o chinos mandarines... ¡que sé yo! o de cualquier religión o doctrina, que se nos ha quedado reducida la propia psicología conductista y conductual.

Jamás terminaremos de aprender de nuestra propia existencia o tal compartida en épocas o retazos de ella misma

La propia Naturaleza, aún sin disponer de cárcel, ni exilio, es consciente de su muerte, aborrece el vacío y jamás se oculta de nadie, sin ser el caso de nuestra pretensión, o tal vez lo sea en cuanto a su dominio. ¡No es evidente y mejor para el ser humano, los lazos unívocos de Naturaleza y Condición Humana, Naturaleza Humana! El individuo pensante como especie en extinción, tan cierto como que la propia naturaleza ya estaba, cuando aparecimos en el plantel terráqueo, estará y seguirá en nuestro declive; no obstante con la recompensa del tiempo (sin medida ); no hemos aprendido y seguiremos sin aprender al anteponer nuestras capacidades pensantes y limitadas ante una Naturaleza omnipotente y callada, inclusive a su origen cercano y yo, como como uno más de esta etapa ínfima de existencia, me siento culpable, del concepto generalizado y defendido por el propio ser humano.

Intérprete y dilucidante de la gran diferencia existente, subsiste y crecerá más aún con el paso de incierto tiempo utópico y sin medida. Bien; llegados a este punto, el pasado 5 de diciembre, fecha de publicación de mi Ttribuna, ‘El congreso del Insulto’, y recordando en posiciones habituales, recibía comentarios variopintos aunque no obstante estimulantes, para seguir en mi indagación y averiguación de temas más o menos excelentes, pero... ¡me encontré vacío de tales, en cuanto a lo precedente, falta de objetividad, reproches, censuras...!, curioso pero favorable??, en fin, así la situación y en mi posterior reencuentro con el propio significado del título ‘Naturaleza y Condición Humana’, publicado el 20/2/21, encontré la medida final de mis reflexiones, ante todo de la Condición Humana.

Cuanta grandeza existe en la misma, si es ella, la que nos indicará, sin duda, todo lo usurpado a la Naturaleza misma. Querida materia real, pues de ella somos esclavos como patente de corso, robada en la pretensión de ambicionar de forma simple el reconocimiento universal y como no, Carlos Frá, pues fuiste tú mismo el indicador a consulta mía, el indicador del significado fácil de la Condición Humana, en cuanto que «título» es del ser humano, pero es necesario demostrarlo a lo largo de la vida; no de forma dicotómica y en cuanto Rousseau positivista y sin mal o en la forma Hobbesiana (T. Hobbes), negativista, con el mal intrínseco, pero creo que cierto, ya que el mal humano como ser pensante, acoge y así será por tiempos, las propias carencias de las propias instituciones políticas.

De pequeños detalles ha y debe nutrirse nuestra Condición Humana, para llegar al equilibrio perentorio y codiciado en cuanto al propio mal político y personal que de forma racional argumentó Hobbes; luego, ya conocemos los pormenores de dos grandes pensadores y filósofos, en cuanto que ella misma ha sido corrompida y sus posibilidades de redención son escasas: más aún, la sociedad moderna es más hobbesiana con el paso del inmutable tiempo (ese que no podemos medir), si no ponemos de parte de cada cual, el granito de arena u hormigón, que la neutralice. ¿Por qué deseamos la propia naturaleza humana; tal vez sin saberlo, sin pensar, si es el principio y final de la adquisición de Naturaleza por encima de lo humana ?

Jamás terminaremos de aprender de nuestra propia existencia o tal compartida en épocas o retazos de ella misma; ahora bien, y al decir de J. Arendt su opresión o que oprime de forma contraria, pienso que jamás podríamos anteponer lo personal a la vacuidad de palabras necias y tan solo interesantes para el que las escribe, con esa motivación o predilección terrenal, como algo dogmático y egotista.

Meditar y pensar que la Condición Humana no es la conmiseración o procesos concretos en pos de la estimación o garantía de adquisición de la Naturaleza ergo, Naturaleza humana misma, me dirige en el sentir que aún siendo ella la que nos otorga y otorgará siempre el título mismo y deseado, sea que al no ocultarse jamás, nos indique mejor esa asignatura pendiente por siglos y pendiente así mismo.

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