Diario de León

La ley de la memoria histórica y el nombre de las calles

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Con la Ley de la Memoria Histórica, esa que se inventó Zapatero, ese expresidente que, un asunto familiar, la muerte violenta de su abuelo, lo convirtió en un tema de Estado, para volver a enfrentar a todos los españoles en una nueva guerra. Pedro Sánchez, que no sé si tiene abuelo, no solo recogió el guante, sino que ha declarado una nueva guerra porque los vencedores deben ser vencidos y derrotados.

Ya hemos sacado al monstruo del Valle de los Caídos. No temáis españoles que yo proclamaré la victoria y los vencidos al poder. ¡Españoles! Yo, caudillo Sánchez, presidente, por la gracia de los independentistas, terroristas y comunistas, proclamo: el ejército faccioso, derrotado y maltrecho ha cruzado la frontera. La guerra ha terminado. Viva la República.

Ahora cambiaremos la historia. Empezaremos por las calles y eliminaremos a todos los golpistas y traidores. Llegaron los arqueólogos de la política y descubrieron los enigmas. Hay que quitar los nombres de las calles de todos aquellos que ganaron la guerra civil. Eran unos asesinos. Para algunos, las calles dedicadas a Franco, les recuerda el coco, el lobo, sueño con un monstruo, que desaparezca de mi vista.

Me horroriza la imagen de Millán Astray con un parche en su ojo. Me revuelve el estómago Mola. Me da dolores de cabeza el general Varela. Me repugna Queipo de Llano. Lo veo pasear por Sevilla como si fuera un fantasma. Me dan arcadas cuando veo al general Sanjurjo. Sueño con el piloto Kindelán y que me lanza una bomba. Y la calle dedicada a la División Azul, ¡por favor, quítenla! que se me aparece Hitler en sueños y la Gestapo me lleva a un campo de concentración.

¿Por qué no damos nombre de las calles a nuestros literatos del Siglo de Oro, a nuestros clásicos que nos dejaron ciencia y cultura? Tenemos ríos, arroyos, parajes, toponimias suficientes, nombres de flores, etc. No interesa. La cultura no es patrimonio de un político

También me preocupa las calles dedicadas a José María Pemán, gran defensor de la monarquía, me recuerda muchas infidelidades…de los monarcas. Por cierto, Kichi, alcalde de Cádiz, de Podemos, ya lo hizo desaparecer del Ayuntamiento y callejero. Pues nada, a desclavar placas a romper aquellas que están grabadas en piedra.

Dicen los de la Memoria Histórica que no quede ni rastro de calles de los que causaron un millón de muertos. ¡Qué horror! Pongamos a los nuestros, que eran santos, republicanos buenos, respetaron la libertad, eran demócratas. Pues nada, a dedicarles las calles, para eso nuestro presidente, Sánchez, ha ganado la guerra.

Venga a elaborar nuevas placas, relucientes, de buen material. Vamos allá, maza en mano y taladro. Esta calle se la dedicamos a Santiago Carrillo que, entre otras virtudes, abrió las puertas de las cárceles a los prisioneros del bando contrario y, mediante lo que se llamó «sacas», ordenó ejecutarlos hasta llegar a dos mil quinientos. Como fue santo, se le distingue con una calle en Madrid. Y ¿la Pasionaria?, Dolores Ibárruri, con su lengua viperina, incendiaria, incitó a las masas a sublevarse y a cometer cantidad de desmanes. Parece ser que ordenó el asesinato de Calvo Sotelo. Pues se le repara sus sufrimientos con calles en Gijón y en Alcorcón, Madrid, entre otras.

Largo Caballero, un revolucionario, hasta el punto de conocerlo por el Lenin español, y ya sabemos que hizo Lenin en Petrogrado, hoy San Petersburgo. Hay que eliminar las injusticias con la revolución y con la violencia, solo con el derramamiento de sangre se conseguirá el poder. Bueno, pues tiene una calle en Madrid porque fue un héroe que apoyó la revolución con las armas. ¿Quién fue Indalecio Prieto? ¿Un pacificador? No. Pretendió dar un golpe de Estado contra las derechas que habían ganado las elecciones y decía que: a las derechas si no se las gana en las urnas, se las gana con la violencia y revolución.

Impulsó la revolución de 1934 que fue el presagio de la guerra civil cuando los mineros se sublevaron. Les facilitó gran cantidad de armas para enfrentarse a las fuerzas del estado.

Y ¿Alberti? Cara de santo, siempre llevaba una pistola con él y decía que los intelectuales, no adictos, debían ser depurados. Moscú le distinguió con el Premio Lenin, nombre que pasó a tener el Premio Stalin —una especie de Nobel del mundo comunista—. El hospital de las Palmas lleva el nombre de Juan Negrín, presidente de la República, ese que aguantó la guerra gracias a que Stalin le animaba a seguir luchando y que se lo agradeció llevando el oro del Banco de España a Moscú.

Y ¿las calles del país vasco que están dedicadas a los terroristas de ETA? A las víctimas del terrorismo ver una calle dedicada a quien mató a tu padre, hermano, es la mayor injuria que se comete. Y Luis Companys, ese presidente honorable de la Generalitá, creador del comité militar revolucionario que facilitó veinte mil fusiles a los revolucionarios y liquidó a 8.129 personas por ser los contrarios. Pues, solo le hace falta que lo proclamen santo.

Todo esto se permite por el Gobierno. Son votos y poder. Esta Memoria Histórica, expresidente Zapatero, fue un engendro que debería haber tenido un parto distócico. Pero no te preocupes, que Sánchez te mejora. Cuando se escriba la historia de los siglos XX y XXI, se hablará de una nueva Leyenda Negra.

Y ¿que nos dicen las calles rotuladas en otras lenguas, dialectos, esperanto o hablas rurales? ¿Sabemos los ciudadanos de a pie cuánto cuesta al erario cambiar los nombres de la mayoría de las calles en España, rotularlas, inclusive, pueden ser artísticas, modeladas por un orfebre o por un cantero? Millones. En camino está en poner las calles en pachxuezu, habla de Babia y Laceana, en valdeonés o en Fala, habla del valle de Jalama en Extremadura, en aranés, en aragonés, en asturianu, en Lleunés, bable, en guanche, andaluz, manchego, murciano, a parte del catalán, gallego, mallorquín, valenciano, etc...

Si resucitara Cervantes, ipso facto volvería a la tumba ¡Qué vergüenza de país, ¡Dónde nos han metido estos politiquillos! Vayamos al país vasco a cualquier ciudad, caserío, villorrio y busquemos una calle y, cuando lleguemos a la cita, la otra parte se cansó de esperar porque ya sabemos que el euskera solo está hecho para inteligentes y la mayoría de los ciudadanos españoles somos analfabetos o ignorantes

¿Por qué no damos nombre de las calles a nuestros literatos del Siglo de Oro, a nuestros clásicos que nos dejaron ciencia y cultura? Tenemos ríos, arroyos, parajes, toponimias suficientes, nombres de flores, etc. No interesa. La cultura no es patrimonio de un político

¿Por qué no damos nombre de las calles a nuestros literatos del Siglo de Oro, a nuestros clásicos que nos dejaron ciencia y cultura? Tenemos ríos, arroyos, parajes, toponimias suficientes, nombres de flores, etc. No interesa. La cultura no es patrimonio de un político. Quizás, aconsejo poner en todas las ciudades la calle de la Charca porque es el lugar inmundo, maloliente, para recordar donde nos han metido los políticos.

Calles a nadie ni a los ganaron la guerra, ni a los que la perdieron, porque ninguno fue santo. Todos cometieron atrocidades. La Memoria Histórica sobraba. Un asunto familiar y personal nos metió en un tema de estado. Como esas desgracias ha habido muchas en una y otra parte y han matado a muchos abuelos, padres, hermanos de uno y otro bando. Dejemos a los muertos en paz y busquemos la reconciliación entre todos los españoles y, cambiando las calles, lo único que la Memoria Histórica ha resucitado es el odio, la violencia y la venganza. Calles a políticos ninguna. A asesinos y revolucionarios de uno y otro signo, menos porque parece que algunos quieren vivir de nuevo revolviendo los excrementos.

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