Diario de León

EL RINCÓN

Un diván para Ulises

Publicado por
Manuel Alcántara
León

Creado:

Actualizado:

Los psiquíatras han observado un aumento de los trastornos psíquicos entre los emigrantes. Si tuvieran dinero, pasarían de la patera a la consulta, pero tendrán que conformarse con la categoría de clientes potenciales. El llamado síndrome del emigrante se ha estudiado mucho, dado la abundancia de personas que lo han padecido a lo largo de la historia. ¿Cómo asombrarse de esa dolencia? El ser humano, sin dejar de ser un río, es siempre un árbol y tiene raíces. Que alguien tenga que salir involuntariamente de su tierra, no en busca de aventura, sino en busca de comida o de libertad, es como para volverse loco. Recuerdo fijamente a los exiliados españoles que conocí en la América nuestra, allá por los años sesenta. Escribí un articulín sobre uno que llevaba dos relojes, uno en cada muñeca. Uno estaba parado en la hora exacta en la que tuvo que salir de España y el otro marcaba, como es natural, la hora del país donde le llevaron los vientos malos de la política, mejor dicho, del fracaso de la política, que es siempre la guerra. Pero hay otra forma de exilio: la de los emigrantes a los que expulsa el hambre. Ahora tenemos muchos: los que no se ahogan cruzando el Estrecho se asfixian porque no pueden respirar el aire de su tierra. Se dice que no se es de donde se nace, sino de donde se pace, pero aquí hay poco pasto y poca pasta para todo el que se llame Mohamed. Es cierto que no caben todos, pero no podemos ignorar que los «sin papeles» tienen muchas razones para perder la razón. Yo creo que el mismo Ulises, que le da nombre a quienes padecen ese síndrome de desarraigo, estaba como una cabra, por muy bien que manejase el arco. Todo emigrante sueña con regresar a Itaca, aunque Penélope se haya casado de nuevo. Saber que al final seremos tierra en la tierra. Tierra y unas flores amarillas de esas que son iguales en todas partes pero huelen de distinta manera si crecen en el sitio en el que nacimos. Defendidos por el egoísmo, esa terrible frontera transparente, no pensamos que la enfermedad del exiliado pueda ser contagiosa.

tracking