Diario de León
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Alité
León

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Siempre es difícil escribir el panegírico de un amigo, describir en unas líneas los pilares de su personalidad que sostuvieron nuestro afecto. Pero si ese amigo es tan diferente, tan especial, tan difícil de describir, como Donal, nuestro Irlandés errante, se hace misión imposible, más aún cuando, con su vida, nos ha enfrentado constantemente a lo que decimos querer ser y no somos, cuando nos deja desnudos ante el espejo a nosotros, acomodados burgueses progresistas que un día dijimos que viviríamos una vida libre como la que el vivió, absolutamente desapegada a cualquier bien de consumo, y hoy nuestras casas son el obsceno escaparate del más loco consumismo; a nosotros, pregoneros del modelo ético occidental que un día dijimos que, como él hizo a diario, compartiríamos nuestro plato de lentejas, aunque fuera escaso, aunque estuviésemos hambrientos, con cualquier desconocido tan hambriento como nosotros, y hoy, ahítos, racaneamos lo que nos sobra en un país en el que la pobreza no es una amenaza, sino un hecho, para tantos vecinos nuestros; a nosotros, pseudointelectuales y pseudocientíficos que un día quisimos ¡saber! y hoy más que nunca recordamos con afecto y gratitud las horas pasadas escuchando a Donal hablar de tantos y tan diferentes temas, en tan diferentes registros, con la humildad de quien sabe que le queda mucho por saber, con la elocuencia de quien domina el arte de hechizar con la Palabra, con un dominio de la lengua que creímos que le era ajena, que para sí quisieran los nativos de la cuna del cuarto idioma más hablado del mundo…

Porque, sí, Donal tenía el don de la palabra… de la palabra en gaélico, y en inglés, y en español; de la palabra hablada, que nos enganchaba cada vez que nos regalaba historias tejidas con su voz pausada y armoniosa (en esta tierra del filandón, que tanto amó, donde ya apenas se cuentan historias), pero más aún el don de la palabra escuchada: Don dominaba el arte de escuchar; sin que te dieras cuenta, te incitaba a hablar, a contar aquello que te pasaba por dentro, con esa mirada suya de un azul lejano, con su rostro sereno, con su especial sonrisa, con su cuerpo todo proclamando en silencio que disponía para tí de todo el tiempo… Sí, Donal tenía, para escuchar Al Otro, todo el tiempo necesario, porque no lo dilapidaba en llegar a la hora acordada, en cumplir tediosos requisitos administrativos, en ser, en fin, un ciudadano ejemplar.

Gastaba, más bien, su tiempo en preparar el té para sus amigos, para los amigos de sus amigos, para los desconocidos que pasaban ante su puerta (en los últimos años, un té rebelde, «clandestino», como él le llamaba); en acompañar, preparar el almuerzo o ayudar con los deberes y tantas otras tareas cotidianas a unos niños que el mundo le consideraba ajenos y él amaba como propios; en cuidar y multiplicar plantas con sus «green fingers», sus largos y delicados «dedos verdes»; en caminar, en mirar, en disfrutar del sol de invierno leonés…

Donal tenía el don de la palabra… de la palabra en gaélico, y en inglés, y en español; de la palabra hablada, que nos enganchaba cada vez que nos regalaba historias tejidas con su voz pausada y armoniosa

Nadie como él encarnó para nosotros el espíritu del Carpe diem, pero no un Carpe diem ególatra y hedonista, sino un Carpe diem confiado, sostenible y solidario, fundado en su convicción de que no ha de faltar mañana quien, llegado el caso, le ayude a seguir viviendo libre y feliz, a solucionar los problemas mundanos (convencido tal vez de que el mundo está lleno de seres generosos a su altura).

En los últimos tiempos, su incalificable, inclasificable, modo de vida, de intensa vida, o tal vez sólo el propio paso de la vida, empezaba a pasarle factura, y la gente que lo amaba al otro lado del Canal de la Mancha intentó llevárselo de vuelta a Irlanda, pero él no quiso dejar León, esta tierra a la que tanto amaba y en la que tanto amó.

En pocas horas, se llevarán finalmente sus cenizas, pero dejarán por las calles de esta ciudad el peso de sus pasos a deshora, la larga sombra de su cuerpo desgarbado, la memoria de su mirada perdida, de su sonrisa encontrada, de su Historia Vivida…

All good things, Donal.

Safe journey back.

Slán anois, Don.

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