Diario de León

Recordando a Rutilio Grande, jesuita beatificado

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Prisciliano Cordero del Castillo, Sacerdote y sociólog
León

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Para que una persona sea beatificada tiene que realizar algún milagro y «el gran milagro de Rutilio fue Monseñor Romero», dijo el papa Francisco a Rodolfo Cardenal, SJ, amigo de Rutilio Grande y autor de la biografía  Vida, pasión y muerte del jesuita Rutilio  Grande , publicada en 2020. El 22 de enero pasado, el cardenal Gregorio Rosa Chávez de El Salvador celebró la ceremonia de beatificación de Rutilio Grande, asesinado a manos de un escuadrón de la muerte. Este hecho habría llevado a Monseñor Romero a tomar una postura muy crítica contra las élites gubernamentales y militares de El Salvador y a ponerse al lado de los pobres.

Pero, ¿quién fue Rutilio Grande y qué fue lo que hizo para convertirse en el primer sacerdote asesinado en el período previo a la guerra civil de El Salvador? Según diversos testimonios de sus amigos, familiares y estudiosos de su legado, las condiciones personales, políticas, económicas y sociales que vivió Rutilio en El Salvador, su país natal, quedan resumidas en esta nota biográfica que, con ocasión de su beatificación, yo quiero dedicarle.

Rutilio fue el menor de siete hermanos, nacido en el seno de una familia pobre en El Paisnal, localidad salvadoreña en la que luego trabajaría como sacerdote. Su infancia estuvo marcada por la pobreza, por el trauma de la separación de sus padres y luego por la muerte de su madre, que le llevó junto con sus hermanos a quedar al cuidado de su abuela.

Rutilio nunca ocultó sus orígenes humildes ni olvidó la religiosidad que le enseñó su abuela. Siempre se enorgullecía de ser salvadoreño y ya de mayor a menudo describía su identidad mestiza como un «café con leche». Dada la situación económica de su familia, es poco probable que hubiera tenido la oportunidad de estudiar y llegar a ser sacerdote, de no haber sido por el arzobispo Luis Chávez y González, quien le invitó a ir al seminario y más tarde a completar su formación con los jesuitas. Durante su formación, Rutilio estudió en Venezuela, Ecuador, España y Bélgica

El padre Rutilio durante un tiempo se dedicó a estudiar los Documentos de Medellín de los obispos latino-americanos, que establecían cómo los obispos debían responder a la llamada del Concilio Vaticano II. Estos Documentos hablan específicamente sobre economía, reforma agraria, pobreza, poder, militarismo y respeto a los derechos humanos en los países de Latino-América. Para Rutilio el estudio de los Documentos de Medellín significó ayudar a los  campesinos a organizarse para tener mejores condiciones de vida y de trabajo. En respuesta a estos Documentos y a las llamadas del padre Rutilio, la mayoría de las diócesis de El Salvador establecieron centros de pastoral para educar a las personas en las Sagradas Escrituras y darles unos conceptos básicos sobre organización y reforma agraria.  Esto marcó un cambio importante en el papel social de la Iglesia católica en el país.

Cuando la Iglesia (religiosas y sacerdotes como Rutilio) se puso del lado de los pobres, la reacción de los militares y la oligarquía fue muy violenta.  Los escuadrones de la muerte encargados por el ejército torturaron y ejecutaron a los campesinos que tomaron un papel activo en la organización. Sus cuerpos eran tirados en lugares públicos para aterrorizar a otros y hacerlos callar. Cientos de campesinos fueron asesinados de esta manera en los años previos al asesinato Rutilio. Un tabú contra el asesinato de sacerdotes en un país de mayoría católica mantuvo a Rutilio a salvo hasta el 12 de marzo de 1977, cuando él y dos compañeros de viaje, Nelson Rutilio Lemus, de 15 años, y Manuel Solórzano, de 72 años, viajaban de Aguilares a El Paisnal para celebrar la novena de San José, patrón del pueblo. En el trayecto fueron asesinados a tiros por un escuadrón de la muerte. Ese día, Monseñor Óscar Romero, al enterarse de la noticia, acudió en ayuda de su amigo.  Rutilio y el arzobispo Romero eran viejos amigos: uno era un jesuita involucrado en la organización de trabajadores agrícolas, el otro un hombre bastante conservador que trató de mantenerse al margen de la política. Pero el día que murió Rutilio Grande, Monseñor Romero vivió una conversión y su postura frente a las autoridades civiles y militares cambió radicalmente. Al día siguiente del asesinato, el arzobispo Romero anunció que no acudiría a los actos gubernamentales, a los que a menudo era invitado y asistía por cortesía, hasta que se investigara la muerte del padre Grande. Esta investigación nunca se hizo. A partir de estos hechos, Monseñor Romero comenzó a pronunciar sermones que se transmitían por todo el país, citando los nombres de los campesinos desaparecidos y predicando contra las injusticias que sufrían. Tres años después, también Monseñor Romero fue asesinado mientras celebraba misa en la catedral de El Salvador.

El 22 de enero de 2022, Rutilio Grande fue beatificado, junto con sus dos compañeros de viaje y el padre Cosma Spessotto, italiano, también asesinado en El Salvador en 1980. De ellos dijo el Padre Cardenal, amigo y biógrafo de Rutilio, «los hombres beatificados son un símbolo del pueblo salvadoreño, que nunca ha visto justicia por las atrocidades cometidas durante la guerra». «Su beatificación es una especie de reparación por todas las personas que fueron asesinadas durante esos años».

Quienes conocieron en vida a Rutilio Grande consideran que, de las muchas contribuciones que hizo a la iglesia de El Salvador, la más importante fue conseguir que la iglesia descubriera la vida real de la gente y se pusiese a su lado. Su opción por los pobres de su amado país, su compromiso con la Iglesia y con la comunidad jesuita y su amor por las gentes del campo a las que sirvió, todo ello fue lo que llevó al padre Rutilio Grande al martirio y hoy a ser declarado beato en la Iglesia universal.

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