Diario de León

Donde Manaos se llamará Ponferrada

Publicado por
Pedro Díaz Fernández
León

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Un oso pardo cruzó por el centro de Ponferrada y su noticia llegó más allá de tierra firme. No deja de ser una noticia por lo extraño del suceso, aunque dicho extrañamiento no lo es tanto para muchos de los que trabajamos en medio ambiente. Con esto no quiero decir que hubiese alguien que pensará que una noche cualquiera, un taxista cualquiera (hasta antes de protagonizar telediarios), se encontrara con un oso cualquiera disfrutando del colorido del agua de la fuente de Lazúrtegui. Más bien que el conocimiento del medio nos da una visión más realista y, por lo general, menos creíble de la realidad. Tanto es así que estoy completamente seguro de que la opinión que aquí voy a verter es mejor que no traten de exponerla, al igual que le recomendaría al famoso taxista que, sin las grabaciones, sería mejor que no hubiera contado por nada del mundo que vio un oso en la fuente de Lazúrtegui, porque hasta los que no sentimos tanto extrañamiento por el suceso hubiéramos bromeado con que estaría celebrando en diferido algún gol de Yuri.

Supongo que las opiniones más creíbles afirmarán que se conoce el número exacto de osos, que los tienen vigilados, que se les hace un escrupuloso seguimiento y que, en definitiva, salvo un pequeño incidente, un oso no pasaría desapercibido cerca de Ponferrada. Otros opinarán que los osos viven recluidos en sus últimos reductos de la Cordillera Cantábrica, que quizá con los famosos corredores verdes de años atrás logremos que se puedan trasladar un poquito y que el ejemplar en cuestión vago perdido y desorientado debido a una borrachera de madroños o algo similar. A otros les resultará más sensato que se escapó del circo y yo les animó a que pasen a ver sus actuaciones para apoyar tan bonita y difícil profesión, aunque sus propietarios hace muchos años que no se dedican a pasear dichos animales por los caminos de nuestros pueblos. Por último, la explicación por excelencia del mundo rural: que lo soltamos nosotros, los del Icona, y que el que escribe estas líneas no trata sino de despistar para que no se descubran nuestros criaderos secretos de culebras, lobos y resto de bichería que vamos sembrando por valles y montañas.

El abandono rural ha devuelto su territorio a los animales salvajes, el paso del oso se hará cada vez más habitual y deberemos acostumbrarnos a su presencia. Pero repito, no se trata de un animal peligroso

La explicación más realista, y para muchos menos creíble, es que un oso puede campar tranquilo alrededor de los montes de Ponferrada y que, llevado por el olor de las basuras y acostumbrado al del ser humano, su nariz lo arrastró a conocer nuestro callejero. Un oso que quizá lleva semanas sesteando cerquita de alguna casa, del camino por donde pasean los señores del colesterol o de los apartaderos donde las parejas mueven sus vehículos con el motor parado. Hace ya años que se detecta la presencia del oso en lugares del Bierzo que les podría resultar sorprendente y que no mencionaré por sigilo profesional. La mayor diferencia en este caso es que este oso, que quizá no sea la primera vez que visite a los ponferradinos, con su osadía ha sembrado la curiosidad y, lo que es peor, la alarma social.

El oso es un animal pacífico y muy asustadizo. No hay ninguna razón por la que la señora de la casita se quede en casa, los señores del colesterol dejen de hacer caso al médico y las parejitas de zarandear sus coches sin otra precaución que la de no arrojar residuos a modo de testimonio.

No pretendo afirmar con mensajes paternalistas que todo esté bajo control. Nadie nos va a asegurar cuánto tiempo llevaba este oso merodeando por Ponferrada; nadie nos va a asegurar que después del susto que le provocó el taxista nunca más se acerque a las poblaciones; nadie nos va a asegurar que no regrese, pese al gran esfuerzo en los protocolos de medio ambiente para localizarlo y provocarle un condicionamiento aversivo a nuestra presencia, y lo más probable es que nunca sepamos ni tan siquiera que fue de él.

Como Manaos en la selva amazónica, vivimos rodeados de naturaleza salvaje en un proceso que parece ir a más. Hoy ya no son los animales los que se refugian en pequeñas manchas boscosas apartadas de los cultivos, poblaciones o zonas de pasto. Los humanos convivimos en núcleos rurales o urbanos conectados por carreteras y caminos, como esas hormigas que transitan en fila india sin apenas salirse del trazado, y alrededor nuestro crece el monte, indiferente a nosotros y reclamando lo que era suyo. El abandono rural ha devuelto su territorio a los animales salvajes, el paso del oso se hará cada vez más habitual y deberemos acostumbrarnos a su presencia.

Pero repito, no se trata de un animal peligroso, se tomarán las medidas necesarias para ahuyentar aquellos más confiados y serán necesarias campañas de concienciación para evitar los inconvenientes que provoca, no el oso, sino el alarmismo.

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