Diario de León

La Semana Santa, de la Cruz a la Luz

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La Semana Santa es una llamada desde nuestra religión, pero también desde nuestra cultura secular, a seguir a Jesús mientras va camino del Gólgota hacia una muerte en cruz. A este seguimiento ha invitado la liturgia de la Iglesia de estos días, pero también las cofradías con sus procesiones por las calles de la ciudad que, con sus «pasos», acercan el misterio de nuestra redención a devotos, curiosos y transeúntes. El peligro de este enfoque teatralizado por las calles, si se simplifica demasiado, es que puede hacer creer que Dios es un Padre vengativo. Él no nos perdonaría a menos que su hijo sufriera y muriera por nosotros. Este padre no se parece en nada al descrito por Jesús en la parábola del hijo pródigo. Jesús nunca presenta a su padre como un juez vengativo, que sólo puede quedar satisfecho con el sufrimiento y la muerte de su hijo. Más bien, nos dice que su padre es compasivo y misericordioso; que su padre no quiere venganza sino que respondamos a su amor amándonos unos a otros como hermanos. 

Jesús murió tratando de hacer del mundo un lugar mejor. Demasiadas personas, especialmente líderes religiosos y políticos, rechazaron su mensaje y lo vieron como una amenaza para el orden establecido. Las autoridades romanas y sus colaboradores judíos se unieron para deshacerse de la amenaza a sus posiciones de privilegio. Si vemos la vida de Jesús bajo esta luz, entonces podemos ver que la Semana Santa no es solo una semana al año. Más bien, es la vida diaria de millones de personas en todo el mundo que sufren porque sus conciencias les dicen que vivan y trabajen para que el mundo sea mejor. Ellos, como Jesús, sufren y mueren por sus compromisos con la justicia, la libertad, la paz y el amor. Esto lo vemos todos los días en los ataques a los cristianos, a otros creyentes y a los que no tienen fe, que son perseguidos por lo que creen o no creen. Cristianos en China e India, musulmanes en India y Myanmar, disidentes religiosos en Irán y Arabia Saudita, y personas de conciencia en demasiados países están sufriendo por su fe. Pero no son sólo los creyentes los que sufren por seguir su conciencia y asumir una misión de justicia. Miles de periodistas son hostigados, perseguidos, arrestados y asesinados por hablar con voz profética contra la injusticia, la corrupción y la tiranía. Como Jesús, son condenados porque defienden a los pobres y oprimidos contra gobernantes y sistemas injustos.

La Semana Santa, con sus procesiones, nos recuerda de forme gráfica cómo los soldados arrestaron y torturaron a Jesús. La Semana Santa es un momento para recordar que lo que Jesús sufrió todavía está sucediendo en nuestro mundo de hoy. Como dijo el Papa Francisco en su homilía del Domingo de Ramos, «Cristo, en su abandono, nos mueve a buscarlo y amarlo a él y a los que están abandonados. Porque en ellos, vemos no solo las personas necesitadas, sino a Jesús mismo, abandonado». Al participar en el sufrimiento humano, Cristo dio sentido redentor a nuestro sufrimiento. Pero Cristo no se queda en el Viernes Santo, sino que pasa al Domingo de Resurrección. En el bautismo, morimos con Cristo para que podamos resucitar con él.  Como miembros del cuerpo de Cristo, nuestro sufrimiento está unido al suyo para que también nosotros nos unamos a él en su victoria sobre la muerte.

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