Diario de León

Los jóvenes en una Iglesia sinodal

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El papa Francisco viajó a Lisboa este verano para su cuarta Jornada Mundial de la Juventud, para escuchar las esperanzas, los desafíos y las preguntas de más de un millón de jóvenes católicos de todos los rincones de la iglesia. Se reunió con sobrevivientes de abusos sexuales, peregrinos ucranianos, estudiantes universitarios, jóvenes enfermos; y los desafió a todos a trabajar por un «futuro lleno de esperanza». Un número mucho más reducido de jóvenes se encontrará con el Papa el próximo octubre en Roma en la primera reunión del Sínodo para tratar los temas de comunión, participación y misión. Por primera vez en la historia, los laicos tendrán derecho a votar en un sínodo, y entre los miembros votantes hay estudiantes universitarios y hombres y mujeres de entre 20 y 30 años.

El Papa ha dicho: «Sínodo significa caminar por el mismo camino, caminar juntos». A medida que la iglesia se embarca en este nuevo camino, ¿cuáles son las pautas a tener en cuenta para escuchar y caminar con los jóvenes? Los jóvenes no son un monolito. Puede ser útil hablar de cualquier grupo en la Iglesia como un bloque unificado, pero nunca será realista. De manera similar, debemos evitar hablar de «jóvenes» como si todos compartiesen una perspectiva o experiencia común. Hay jóvenes católicos que se sienten atraídos por las liturgias más tradicionales, otros que se sienten más cómodos con una iglesia comprometida con la acción social y son muchísimos más los que están alejados de la iglesia. Hay miles de jóvenes que no han puesto un pie en una iglesia desde su bautismo o confirmación. Entendido de esta manera, «escuchar a los jóvenes» puede parecer una tarea imposible.

Si realmente la iglesia quiere escuchar todas estas voces jóvenes, necesitará más de una reunión o encuentro de unos pocos en el Vaticano. Se requerirá una nueva forma de ser iglesia, una iglesia que acompañe a su pueblo y esté en sintonía con sus esperanzas, dudas y experiencias vividas. La iglesia debe admitir sus fallos y ofrecer algo diferente. El documento de trabajo para el sínodo dice que una iglesia sinodal es aquella que «busca ampliar el alcance de la comunión, pero que debe aceptar las contradicciones, los límites y las heridas de la historia». La mayoría de los jóvenes católicos de hoy han conocido una iglesia afectada por el escándalo de abuso sexual. Si bien la iglesia ha logrado grandes avances en la protección de niños y adultos vulnerables, las revelaciones siguen siendo impactantes para cada nueva generación. Los líderes de la iglesia deben ser francos con los jóvenes católicos sobre los fracasos del pasado y transparentes en sus esfuerzos continuos para responsabilizar a quienes encubrieron el abuso. Para que los jóvenes acepten formar parte de una iglesia sinodal deben confiar en que están hablando con adultos que se preocupan por sus intereses.

Puede ser fácil culpar a la cultura secular, o incluso a los propios jóvenes de su alejamiento de la iglesia. Y hay mucho que criticar en la sociedad actual. Pero debemos preguntarnos: ¿La iglesia ha ofrecido algo diferente a los jóvenes de esta nueva sociedad? Si estos jóvenes no encuentran comunidad en las parroquias, ¿hemos sido lo suficientemente audaces en la búsqueda de nuevos modelos de relación? Los jóvenes de hoy tienen hambre de auténtica comunión, tanto con los demás como con Dios, pero son escépticos ante las instituciones y alérgicos a la hipocresía. Para ser creíbles a sus ojos, los católicos debemos ser honestos acerca de nuestras deficiencias, pero sin miedo a ir contra la corriente de un mundo materialista cada vez más dominante.

Escuchar a los jóvenes no significa idolatrar a la juventud. En su libro Dios es joven, el Papa Francisco escribe: «Los adolescentes buscan confrontación, hacen preguntas, cuestionan todo, buscan respuestas. No puedo enfatizar suficientemente lo importante que es cuestionar todo». Pero también ha dicho el Papa que la iglesia no puede pensar que «es joven porque acepta todo lo que el mundo le ofrece, pensando que se renueva porque deja de lado su mensaje y actúa como los demás». Hay muchos jóvenes en la iglesia, y muchos más que se han ido, que quieren ver la enseñanza de la iglesia, especialmente en lo que se refiere a las mujeres, a las personas divorciadas, a la vida sexual. Esas voces estarán representadas en el sínodo y deben ser escuchadas, no como un espectáculo, sino con un oído para saber dónde puede estar obrando el Espíritu Santo a través de ellas. Se necesitará un discernimiento serio para encontrar el camino a seguir. Si bien gran parte de la discusión en torno al sínodo se ha centrado correctamente en los católicos con un pie dentro y otro fuera de la iglesia, no se debe olvidar a los millones de jóvenes que ya están activos en la iglesia y a muchos millones más que están alejados de ella, pero que están ansiosos porque sus valores y propuestas sean aceptados con más frecuencia y responsabilidad. Como dijo el Papa Francisco en la JMJ de Lisboa, «en la iglesia hay espacio para todos. Repitan conmigo, para todos». «Todos: sanos y enfermos, chicos y grandes, buenos y pecadores. Todos». También para los jóvenes.

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