Diario de León

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La sociedad española, la política española, la vida española, y mil asuntos más españoles, están en bucle sin duda alguna. Cosa que tocas, cosa que está enredada. Y es que la gente está enfadada y harta o harta y enfadada. Con toda la razón del mundo. La gente se siente como enjaulada y no encuentra la salida de ahí. También con razón. Hay que tener tragaderas muy fáciles para admitir lo que se está viviendo. Pero, todo tiene su final. Y la gente está ansiosa y que ese final llegue cuanto antes.

Ni los más inquietos con el futuro hubiesen pensado jamás una situación en España como la actual. Pero ya digo «no hay mal que cien años dure». Aunque la frase se queda en frase y en el deseo que de verdad se cumpla y podamos verlo.

Lleva España cinco años luchando consigo misma debido al batiburrillo de partidos que tenemos en el escenario y a la mediocridad de los hombre y mujeres que forman parte de ellos. Aquí está valiendo todo y no solo no pasa nada cuando las decisiones son, a todas luces, equivocadas, sino para mayor inri son aplaudidas por los palmeros de siempre, aunque con extrañeza del ciudadano de a pie que no comprende nada.

A estas alturas de la película ya todo el mundo conoce la calaña del presidente de Gobierno que sufrimos a diario y no vale de mucho seguir resaltando su cantidad enorme de defectos. Vale más la pena concentrarse en estudiar la forma de ganarle en las urnas demostrando al votante las ventajas de cambiar nuestro Gobierno.

Se especula demasiado con que, aquí, nunca pasa nada cuando somos conocedores de noticias o leyes que han sido pensadas hace un cuarto de hora y se ponen en marcha por decreto. Con un par. Eso está cansando mucho al personal y no es bueno pensando en lo que España tiene por delante.

Estamos recién estrenando la nueva legislatura y nadie es capaz de asegurar que ésta durará los cuatro años de rigor. Parece metafísicamente imposible que el presidente pueda (porque querer, sí querría) pagar los desorbitados precios que los de Puigdemont van a pedir para que Sánchez siga sentado en la Moncloa. No hace 48 horas el tal Sr Turull de Junts ya ha dicho que van derechos por el referéndum y si no lo aprueba Sánchez, ya se sabe «colorín colorado».

Es una razón más para que esta legislatura tenga vocación de ser muy corta. Va a depender de lo que sea capaz de aguantar el presidente. Como le gusta jugar con fuego y lo ha demostrado, Sánchez aguantará hasta último momento, pero sabe que tiene enfrente al prófugo que lo mismo se mete en el maletero de un coche para huir de un país, que se acercaría a Feijóo si Sánchez tira la toalla. De modo que ojo con la negociación. No esta fácil la solución.

Lo que puede la ambición, no lo puede cualquier otra característica. Quién iba a decirnos una semana antes de las elecciones del 15-7 que conseguiría formar Gobierno Sánchez y que asumiría que, por no abandonar el poder, se jugaría hasta las pestañas. Eso es lo que ha hecho y ahora está viviendo las consecuencias. El problema es que todo el mundo, incluso gentes de su propio partido, está viendo el abismo en que está metiendo al país, pero él sigue adelante.

Vamos a vivir semanas que más valía que no las conociéramos, pero llegamos a una situación de descontrol tal, que nadie, excepto el propio presidente puede conocer lo que iremos viviendo.

Si estuviéramos en un recinto cerrado y el ambiente estuviera así de enrarecido, no se me ocurriría decir más que, «el último que cierre la puerta»

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