Diario de León

TRIBUNA

Máximo Soto Calvo
Asociación Pro Identidad Leonesa

Ante el Nazareno, en ‘Negro y oro’

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El concurso fotográfico de Semana Santa promovido por Diario de León, de significado interés para lo leonés, del que he repasado los trabajos presentados, me ha llevado a pergeñar este escrito de opinión, por supuesto no sobre todas las obras, sino lo que una de ellas, titulada ‘Negro y oro’, me ha sugerido su límpida estampa que no busca forzadas sombras o contraluces, sí fija y ofrece.

Procesionar y reflexionar, he aquí dos verbos que fluyen parejos, cuando, ante la fotografía a todo color del Nazareno, pongo la mirada y veo su imagen a hombros de papones leoneses, ¡quietos!, estoicamente enhiestos, en buen comportar, no cautivos de la foto, sino en detención procesional equilibrada, que con buen acierto la fotógrafa ha sabido captar

Ante la estampa, el momento, pienso y creo entender que hay un contrasentido.

El peso de la cruz a hombros de Jesucristo, verdadero dolor y equilibrio de voluntades, nos habla de pasión, de camino y de angustia hacia un amenazante consummatum. En procesión, el peso físico, el del «trono», ha de ser sustentado por los braceros, que hombro con hombro se hermanan. Un trono brillante, con pan de oro en demasía, que evoca algo así como «querer y no deber», y que en verdad puede herir la mirada de quien valora…, y cree.

Iba a añadir que la imagen reposa sobre un trono, pero mejor diré que han situado al Nazareno sobre un supuesto gran trono. Donde, añadido está el peso de los oropeles, no menos de dos pisos de realeza, para nada compaginado con lo que «escrito está» y Él no representa. He ahí la paradoja.

Mi interesada mirada se detuvo sobre unos supuestos angelitos, que, cual atlantes, también con una mano, parecen sujetar la plataforma que pisa el Nazareno, en tanto la otra mediante un paño, tiende a enmascarar la pudenda parte que le daría o no sexualidad. Aunque ellos puedan promovernos, en inocente pensar, el recuerdo de aquella oración infantil «cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos…, sigo encontrándolos totalmente prescindibles. Nada aportan. En el Nazareno, en su pasión, y luego muerte, nada hay figurativo.

Un apunte. El largo evolucionar de las andas a los tronos, ha sido todo un «paso» paulatino de trascendencia humana y tiempo. De la sencillez primitiva, se va ganando en dimensión, cuerpo, altura y adornos, hasta cotas insospechadas que, con su peso, han exigido más hombros. Y creo no equivocarme al decir que si no son de mayor dimensión, es porque constriñe la estrechez del tradicional recorrido por el viejo casco legionense, y esto no se puede romper.

Ahí queda mi sencillo parecer «hermanitos de Jesús, que ya es hora», a vuestro procesionar convocados. Hermanos de negro hábito que portáis a Jesús con la Cruz a cuestas, el capillo no os enmascara, os «identifica» en el anonimato ante el contemplador, y huyo de decir espectador, por ser éste el que espera espectáculo y aplaude. No soy quién para dar consejos, pero, con sencillez me permito decir que somos muchos los que preferimos que no os «dejéis llevar».

Os han captado bien en la fotografía papones de Nuestro Padre Jesús Nazareno, como bien cantáis y decís antes de salir con Él en Viernes Santo a las calles de la real Legio. «Posáis» con gran elegancia, sin torcer el gesto, dado el «tallaje» bien acompasado a ojo del Seise, y lo hacéis con orgullo, que nunca debe ser presunción poder portar al Nazareno y mostrar su dolor y sufrimiento.

Ahora detengo la mirada más prosaica, en la Guardia Civil que viene a poner una nota de color, bien elegida, destacando nítida sobre el fondo negro de tanto hábito talar de los hermanos. Con un apunte de relevancia, es una de las personas (efectivo se dice a veces) de la benemérita que da escolta al Nazareno, no va por libre.

El rojo pectoral de su uniforme de gala compagina, dentro de tal gama, con variantes del arreglo floral; y el presuntuoso ribeteado y cordones dorados de su uniforme, con los oropeles del trono. El destacable pantalón blanco nos viene a mostrar que camina y cumple «limpiamente». Y, dado su cometido y representación, en su rostro vemos serena concentración.

Apenas se ve al Cirineo, que «enseña hombro», no siendo éste el dato destacable, sino los bordados en hilo de oro de la «hermosa» saya que a alguien le ha gustado añadir. Seguro que de tal ropaje discreparía el gran autor imaginero, Víctor de los Ríos.

Finalmente diré que la fotografía, me proporcionó unos momentos de necesaria introspección.

Una fotografía de Semana Santa Leonesa para…, enmarcar.

El largo evolucionar de las andas a los tronos, ha sido todo un «paso» paulatino de trascendencia humana y tiempo
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