Diario de León

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Aznar, lenguaje y política

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NAS frases del presidente Aznar en Santiago de Compostela y ante la élite gallega de su partido nos recuerdan que raras veces acierta el lenguaje a mostrar correctamente la realidad, pues lo real tiene su propia sustantividad, inasequible en ocasiones al lenguaje. Y tal vez donde mayor se haga la inexactitud entre lenguaje y realidad sea en la vida política, un mundo en el que las opiniones reflejan a menudo realidades falseadas para acomodarlas a determinados intereses de los partidos. Hay veces, sin embargo, en que el lenguaje político no sólo arremete contra el adversario sino que daña la estructura institucional del Estado, y en ese error, porque de un error se trataría, parece haber caído Aznar en su mitin de Santiago. Se entiende que la iracundia social por la catástrofe del Prestige y el modo inicial en que el Gobierno se enfrentó a ella, más las críticas de la oposición, hayan exasperado al presidente, responsable de las expectativas electorales del PP y de su propio desenlace sucesorio, pero de ahí a hablar de «agitadores del resentimiento», de quienes «ladran sus rencores por las esquinas» y «quieren destruir Galicia» va demasiado trecho, el trecho que separa el deber crítico y aclaratorio de la oposición de la descalificación de ésta, y el respeto debido a movimientos sociales de su persecución penal, poniendo en marcha a la Fiscalía del Estado. Aznar declaró en Santiago oficialmente clausurada la crisis política del Prestige, un supuesto «chollo» para la oposición, pero hay dudas sobre la efectividad de esa clausura, y ellos por varias razones, desde la presunta y no aclarada aún responsabilidad del Gobierno en el alejamiento del buque petrolero hasta el rechazo popular a que el Parlamento forme una comisión investigadora sobre el asunto, sin que deba olvidarse la vía judicial abierta, a la que difícilmente podría encauzarse hacia un objetivo predeterminado. Sería lícito decir que el lenguaje de José María Aznar, más que cerrar una crisis, la estaría exacerbando, pues una serie de sus descalificaciones parecen recuperadas de un viejo baúl de los recuerdos históricos, al identificar a la oposición con ese mundo mágico de los vendepatrias. Cabe decir en descargo del presidente del Ejecutivo que el mitin de Santiago de Compostela estaba al principio inquietantemente frío y había que calentarlo, pero no hasta el punto de ofender muy gravemente a un amplio sector social de Galicia y de considerar a las minorías parlamentarias factores incordiantes de la gobernación. El portavoz socialista Jesús Caldera venía a preguntarse ayer si el centrismo popular consiste en eso.

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