Diario de León
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Un nuevo acontecimiento mundial ha venido a decirnos que los tiempos que vivimos son únicos y decisivos para el futuro de la humanidad y del planeta. Según los analistas políticos, más de sesenta países en todo el mundo mostraron, el pasado 15 de febrero, la Opinión Pública Mundial. Los sociólogos lo analizan como un fenómeno nuevo en la historia, la primera manifestación global vinculada, de alguna manera, al III Foro Social Mundial celebrado recientemente en Porto Alegre -Brasil-. Personas de todos los estamentos sociales, culturales y políticos han mostrado un deseo claro y por primera vez unánime en el mundo: paz. Es un nuevo poder que despierta como consecuencia de la madurez democrática de los pueblos; es la toma de conciencia de la responsabilidad individual de los ciudadanos que ha tenido un largo proceso histórico y que, en los últimos tiempos se ha venido manifestando con más fuerza, culminando el 15 de febrero, fecha ya histórica para la humanidad. Las democracias y los poderes político y económico han de considerar muy en serio este fenómeno que ha mostrado su primera faceta y que es, ya, imparable. La opinión de los ciudadanos ha de ser escuchada no sólo el día que se manifiesta en las urnas, sino también cuando se exterioriza con esa fuerza y esa claridad como lo ha hecho recientemente. De esa Opinión Pública Mundial se desprende que las guerras, en el siglo XXI, son anacrónicas, son cánceres que la Humanidad desea estirpar para siempre; que los responsables políticos han de hacer uso de la diplomacia y la legalidad internacionales, así como del gran poder de la unidad de los pueblos -representados en las Naciones Unidas- para solventar los problemas que surgen entre un pueblo y otro; que queda desligitimada, por tanto, la decisión unilateral de hacer la guerra por parte de un gigante ambicioso e irresponsable y sus temerosos lacayos. Los pasos que dé la Humanidad en estos críticos momentos determinarán el destino de todo nuestro planeta, trayendo bien la era de la liberación del espíritu humano, bien el fin de lo que llamamos civilización. El mayor obstáculo para la unidad y la paz internacionales son los nacionalismos -y los racismos anejos- de los países desarrollados, siendo el más peligroso, en la actualidad, el nacionalismo americano de los Estados Unidos, que les está llevando a considerarse los únicos salvadores de la Humanidad. Un país que, por sus políticas ciegas y ambiciosas, está perdiendo cada vez más su autoridad moral en el mundo y que está siendo el blanco de los terroristas -que él genera, en gran parte-, sólo puede llevar al mundo al caos. Los nacionalismos cumplieron su función en el pasado: conseguir la unidad de los diferentes pueblos de una nación -lo que hoy sería deseable, por ejemplo, en países como Afganistán-. Conseguido esto, todo nacionalismo debe ser considerado anacrónico y peligroso para el progreso y la unidad de los pueblos; el nacionalismo vasco es un triste ejemplo de ello. Por eso la Opinión Pública Mundial hace su aparición en un momento clave y decisivo para el futuro de la Humanidad, y ha de tomar conciencia de que, en la actualidad, no hay otra organización en la cual se puedan cifrar las esperanzas de esa paz y esa unidad tan deseadas y tan necesarias, que la Organización de las Naciones Unidas. En este sentido hay que liberar a esta organización de la presión negativa que ejercen sobre ella, para hacerla fracasar, algunos países poderosos, especialmente Estados Unidos. Los ciudadanos que forman parte de ese nuevo poder mundial han de prestar todo su apoyo a las Naciones Unidas para que puedan cumplir con los fines para los que fue creada: preservar la paz y la unidad en el mundo. El triunfo de las Naciones Unidas será, pues, el triunfo de la Opinión Pública Mundial, y viceversa, porque los objetivos de ambas son los mismos. ¿No estará -esta reacción de la ya llamada Opinión Pública Mundial- estrechamente unida a las recientes investigaciones sobre el genoma humano que ha mostrado la unidad de toda la raza humana? Parece que todo nace de la misma fuente. ¡Que estas frescas aguas puedan ser capaces de saciar las ansias de guerra que anidan aún en algunos seres humanos!

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