Diario de León
Publicado por
Javier Fernández Arribas
León

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IRAK se ha convertido en un mero escenario donde se está librando un dramático pulso para decidir quién y cómo ejerce el poder mundial en el siglo XXI. El Reino Unido y España consiguieron, junto con la presión internacional y de los ciudadanos en la calle, que la única superpotencia existente en la actualidad se sometiera a las reglas de juego de las Naciones Unidas con la resolución 1441. Miembros influyentes de la administración Bush se opusieron porque argumentaban que sabían lo que tenían que hacer en «su» lucha contra el terrorismo después del 11-S y no necesitaban a nadie para hacerlo. Sin embargo, la experiencia de Afganistán demostraba que si bien Estados Unidos tiene capacidad militar de sobra para conseguir la victoria y derribar al régimen talibán, necesita de los aliados para una posguerra estable y segura. El secretario de Estado, Colin Powell, convenció a Bush de la necesidad de contar con la legalidad y legitimidad internacional que otorgan las Naciones Unidas para acabar con la amenaza que representa desde hace doce años el régimen de Sadam Hussein. Los marines pueden ganar la guerra en Irak ellos solos pero requieren de sus aliados para ganar la paz. La administración Bush ha gestionado esta crisis de manera grosera, torpe y prepotente con declaraciones soberbias y tajantes que desacreditaban cualquier razonamiento que justificara la intervención militar ahora y no hace cinco años cuando Irak expulsó a los inspectores. Estados Unidos ha demostrado que «pasa» del consenso habitual que ha presidido siempre la relación occidental, sobre todo en el seno de una organización vital como es la OTAN. Y Francia se ha plantado ante el incremento incontrolable del poder «imperial» norteamericano que lleva camino de consolidarse en el terreno político, social y, sobre todo, económico para este siglo, como mínimo. ¿Y ahora qué? La ONU destrozada, la OTAN dividida y la UE... ¿quién va a mandar en Europa?

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