Diario de León

el balcÓn DEL pueblo

Por la paz y el empleo

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MAYO es una pasada: empieza con la festividad sindical, continúa con la heroica página del 2 de Mayo, en la que el pueblo de Madrid se alzó furioso contra las huestes napoleónicas, según cita textual de la Enciclopedia Álvarez, se abre el 15 como en surcos paralelos arados por los bueyes de San Isidro, patrón campesino, y agota todas las hojas del calendario cantando a María, con el santoral semifinal en San Fernando, líder de juventudes azules. En esta edición, además, vuelve el Papa, físicamente agotado, pero inasequible al desaliento, para santificar o beatificar, no lo sé bien, a otros mártires del mismo lado de la trinchera. Es el mes, también, de la sangre, el oro y la arena en la Monumental. Y de rezar a la Virgen. Si no concede lo que se implora será, como dijo aquel hermano marista, «porque no convendrá». Y es, en esta edición del 2003, mes de renovación municipal y autonómica. Las elecciones están ahí, a tiro de brazada. El 1 de mayo estaba reservado, incluso en el franquismo, para el mundo del trabajo. Franco lo hacía a su manera: bailando los coros y danzas de la Sección Femenina en el Bernabeu, una corrida de toros de postín, y un partido de fútbol de máximo nivel. Todo eso, claro está, televisado. Era el antídoto puro a las reivindicaciones de los proletarios y a la agitación social. Se han perdido las costumbres. Este primero de mayo de 2003, el presidente del Gobierno, José María Aznar, llega a León y anulará el protagonismo sindical. Tienen razón los secretarios de UGT y CC.OO. al calificar la visita de «lamentable». Les ha birlado la foto de primera página. Denuncian los dos sindicatos mayoritarios que el argumento -presentación del plan de empleo femenino- está hueco. No tiene contenido. Será una visita electoralista y populista. Estamos en ese tiempo. Todo es electoralista. Incluso la manifestación de esta mañana que apadrinan los sindicatos. Una manifestación reivindicativa y de castigo. Los sindicatos le frotan por los morros al Gobierno tres conflictos sociales de largo alcance en un año: el «decretazo», arrogancia que hubo de tragarse el Ejecutivo y provocó una huelga general. Una huelga general que se llegó a negar desde el poder, pero costó la destitución de dos ministros y embainarse el recorte de las prestaciones. El otro par de banderillas negras corresponde a conflictos de tanta o más gravedad social, pero con absoluta relevancia política: las actuaciones ante el hundimiento del «Prestige» y la implicación de nuestro país en la guerra contra Irak. Aznar estará hoy en León, encerrado en el Auditorio, para hablar de un plan utópico. Los sindicatos lo deploran, igual que los quintos de mi pueblo echaban pestes si llovía el día de la fiesta mayor.

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