Diario de León
Publicado por
Federico Abascal
León

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Base de partida: el presidente del Gobierno ha roto el consenso en política exterior que venía funcionando en España a lo largo del último cuarto de siglo, y si ello le permite a Aznar engalanarse con los laureles de la victoria angloamericana sobre el ejército iraquí, por su apoyo personalísimo a esa guerra, también le obligaría a asumir los errores que pone de manifiesto la posguerra, dentro y fuera de Irak, al margen ya de la ilegalidad internacional de la invasión preventiva y de los motivos que intentaron sin éxito justificarla. Pero entre los errores que al presidente Aznar se le pueden atribuir no debería figurar el atentado terrorista contra la Casa de España en Casablanca, y ello porque el terrorismo, internacional o etarra, no actúa de acuerdo a pautas racionales, ni en sus acciones ni en sus reacciones, sino movido por un fanatismo tan siniestro como visceral. El error de Aznar habría sido el de involucrarse, contra la voluntad de un 90% de los españoles, en la guerra contra Irak, al haberla patrocinado sin el menor titubeo, y sabiendo probablemente que el terrorismo global debe ser combatido globalmente, como ayer precisó. Una buena estrategia global contra el terrorismo globalizado no sería la de ir declarando guerra tras guerra a cada país, perteneciente o no al llamado «eje del mal», que preste ayuda a los terroristas, pues eso obligaría a ocupar territorios tan complejos y distantes como Arabia Saudí o Pakistán. Aznar dijo ayer que «si el terrorismo es un fenómeno global, la respuesta a ese terrorismo tiene que ser global, y si no es global se perderá la batalla contra el terrorismo». Nadie está en desacuerdo con el presidente español. Ocurre, sin embargo, que sólo unos servicios de inteligencia globalizados podrían ir desactivando/neutralizando células terroristas, franquicias de Al Qaeda u organizaciones de fanatismo local, y ello procurando la colaboración de los Gobiernos que les dieran hospitalidad u apoyo, lo que sólo en último extremo aconsejaría una intervención militar, preventiva o punitiva. Desde esta perspectiva, habría de valorarse más positivamente el acuerdo en Jerez de cinco ministros de Interior -español, francés, alemán, italiano y británico- para luchar de forma conjunta contra el fenómenos terrorista globalizado que la guerra contra Irak, cuyas consecuencias admiten una buena dosis de pesimismo. Como hipótesis cabe añadirse que un éxito de los servicios occidentales de inteligencia en la desarticulación de cualquier red de organizaciones terroristas podría haberse relacionado con los atentados de Casablanca empleando la misma lógica o el mismo oportunismo que les relaciona ahora en los mítines con la guerra de Irak.

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