Diario de León
León

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RECIENTEMENTE, el Instituto de Cine Estadounidense dio a conocer los resultados de una encuesta para escoger al héroe cinematográfico más querido. El primer puesto fue para Atticus Finch, el abogado buena persona interpretado por Gregory Peck, en Matar un ruiseñor . Simbolizaba al demócrata que, en medio de un ambiente de envilecimiento se mantiene recto y sigue creyendo en la dignidad del hombre y en su compromiso con la verdad; en su caso, motivado a mayores por la responsabilidad de educar -es viudo- a sus hijos. Decía Ortega que el héroe contemporáneo es precisamente aquel que se impone a su circunstancia, a los condicionamientos que pudieran haber hecho de él un hombre peor. La democracia ha de ser el sistema que combine la madurez con la inocencia. Es un estilo, no sólo el derecho al voto. El escándalo de los diputados bajo sospecha de corrupción horroriza porque nos recuerda que los monstruos existen. No, no es un problema de ideologías, ni siquiera de partidos o de corrientes internas, sino de la condición humana. Allí donde haya poder y dinero habrá monstruos merodeando, tentando a los Macbet. Ningún partido se libra de estos indeseables, pero el problema nunca es la democracia en sí misma, sino los falsos demócratas Nece sitamos muchos Atticus, muchos caballeros sin espada, mucho quijotismo para hacer una democracia cada día mejor. Qué contentos estarán los fascismos, de izquierdas o de derechas, regodeándose en lo que ellos creen un fracaso del sistema; de esos lodos brotan los líderes extremistas. Pero la democracia ha de triunfar. Es decir, la verdad y la rectitud. Pues en efecto, la democracia es mucho más que votar. Es, sobre to do, una actitud.

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